El telescopio espacial James Webb sigue mostrando cosas increíbles. La última fue la fusión de dos galaxias y sus enormes agujeros negros cuando el Universo solo tenía 740 millones de años. El sistema se conoce como ZS7.
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Esta detección, la más lejana y primitiva jamás obtenida de un evento de este tipo, ayudará a los astrónomos a comprender cómo fue el origen y evolución de estos objetos en el Universo primitivo.
El hallazgo, realizado por un equipo internacional de astrónomos fue posible gracias a las cámaras del Webb. Los detalles fueron publicados en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.
La mayoría de las galaxias masivas -incluida la vía Láctea- tienen en su interior un agujero negro supermasivo con una masa millones de veces superior a la del Sol.
Se cree que los agujeros negros supermasivos han tenido un gran impacto en la evolución de las galaxias en las que residen pero los científicos aún no comprenden bien cómo llegaron a ser de esa manera.
Encontrar agujeros negros gigantescos ya en los primeros mil millones de años tras el Big Bang indica que ese crecimiento debió producirse muy rápidamente y muy pronto.
“Encontramos evidencias de gas muy denso con movimientos rápidos en las proximidades del agujero negro, así como gas caliente y altamente ionizado iluminado por la radiación energética que suelen producir los agujeros negros en sus episodios de acreción”, explicó Hannah Übler, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y autora principal del estudio.
“Gracias a la nitidez sin precedentes de sus capacidades de imagen, Webb también permitió a nuestro equipo separar espacialmente los dos agujeros negros”, añadió.
De esta manera, el equipo descubrió que uno de los dos agujeros negros tiene una masa 50 millones de veces superior a la del Sol.
Übler manifestó que los hallazgos del estudio sugieren que la fusión es una vía importante a través de la cual los agujeros negros pueden crecer rápidamente, incluso en el amanecer cósmico.
“Los agujeros negros masivos han estado dando forma a la evolución de las galaxias desde el principio de los tiempos”, puntualizó.
Por otro lado, el investigador español Pablo Pérez-González, adscrito al Centro de Astrobiología, indicó que la masa estelar del sistema estudiado es similar a la de la Gran Nube de Magallanes.
“Podemos tratar de imaginar cómo podría verse afectada la evolución de las galaxias en fusión si cada galaxia tuviera un agujero negro supermasivo tan grande o más que el que tenemos en la vía Láctea”, planteó.
El estudio recuerda que cuando dos agujeros negros se fusionan, generarán ondas gravitacionales que podrán detectarse con la próxima generación de observatorios, como la misión LISA, recientemente aprobada por la Agencia Espacial Europea (ESA).
“Los resultados de Webb nos dicen que los sistemas más ligeros detectables por LISA deberían ser mucho más frecuentes de lo que se suponía”, dijo Nora Luetzgendorf, científica principal del proyecto.
Y concluyó: “Lo más probable es que nos hagan ajustar nuestros modelos para los índices de LISA en este rango de masas. Esto es sólo la punta del iceberg”.