El pasado 26 de septiembre, la NASA estrelló una sonda contra Dimorphos, un asteroide de la altura de dos Estatuas de la Libertad, una sobre la otra, y logró cambiar su trayectoria. La misión DART, como se llamó, fue la primera prueba de defensa planetaria ante eventuales asteroides apocalípticos. (Lea: Ladrillos en impresión 3D, la apuesta de la NASA para sus bases en el Espacio)
Luego de la colisión, se formó una gran cola de 10.000 kilómetros de polvo y escombros, arrojado desde el crater del impacto, que ahora sigue al asteroide como si fuese una novia en el altar. Es por eso que muchos astrónomos lo han descrito como un cometa, debido a que el vestigio es observable desde la Tierra.
Dos días después del impacto, el fenómeno fue descubierto por el Telescopio SOAR en Chile. Los astrónomos Teddy Kareta (Observatorio Lowell) y Matthew Knight (Academia Naval de los Estados Unidos) estuvieron tras esta observación.
Científicos seguirán monitoreando la cola del “cometa” para comprender mejor el efecto real del impacto, cuál es la composición de la cola de Dimorphos y cómo todo esto puede afectar el movimiento del asteroide en aras de fortalecer la defensa terrícola ante futuras rocas como la que le dijo “adiós” a los dinosaurios.
Sin embargo, para entender si la humanidad va en la mejor senda con relación a protegerse de los asteroides, además de las observaciones constantes de los telescopios Hubble y James Webb, habrá que esperar a octubre de 2024 cuando la Agencia Espacial Europea (ESA) lance la nave Hera hacia el encuentro contra Dimorphos y su hermano mayor, Didymos.