En Cartagena, manejar se ha vuelto sinónimo de tensión. Toques de bocina desmedidos, gritos, agresiones verbales e incluso físicas hacen parte del paisaje cotidiano en las vías de la ciudad. La intolerancia reina en las esquinas, y ante este panorama preocupante, la ciudad ha decidido tomar acciones.
El Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT), en alianza con la Alcaldía de Cartagena y la campaña “Cartagena Sí” de El Universal, pusieron en marcha una estrategia que busca recuperar el respeto en la vía. Se trata de “La vía no es la violencia”, una campaña de sensibilización vial que apuesta por una herramienta sencilla pero poderosa: la empatía.

Una pelota para respirar antes de reaccionar
La campaña comenzó con una toma simbólica en dos sectores clave de la ciudad: Bocagrande y Manga. Allí, agentes de la línea de educación vial del DATT entregaron pelotas antiestrés a conductores y transeúntes. Estos objetos vienen acompañados de una consigna clara: “Detente, respira, piensa y espicha la bola”.
Este sencillo gesto invita a los cartageneros a manejar no solo sus vehículos, sino también sus emociones. La idea es que, frente a una situación de tensión, los conductores puedan detenerse un segundo, respirar profundo, reflexionar y apretar la pelota antes de dejarse llevar por la ira.
Violencia al volante: una epidemia silenciosa
Según cifras de Medicina Legal, los accidentes de tránsito son la segunda causa de lesiones no fatales en Cartagena, superadas únicamente por la violencia intrafamiliar. Muchas de estas situaciones podrían evitarse si se condujera con más conciencia emocional y menos agresividad.
Ante este escenario, la campaña “La vía no es la violencia” surge como una respuesta directa a un problema estructural de convivencia en la ciudad. La violencia en las vías no solo pone en riesgo la integridad física de los ciudadanos, sino que también fractura el tejido social y crea un ambiente hostil donde debería primar la cooperación.

Voces desde el volante
En la intervención realizada, no solo se entregaron pelotas, también se recogieron testimonios valiosos. Uno de ellos es el de Samir Castillo, taxista cartagenero con nueve años en las calles de la ciudad. Para él, esta campaña es un llamado oportuno:“me parece bien este tipo de iniciativas porque sí, a diario en la ciudad se presentan muchos actos de intolerancia. Esto es un recordatorio para todos mis compañeros de que hay que ser más tolerantes y pacientes”, expresó.
Otro conductor que recibió con agrado el mensaje fue Nilson Cuadro, con más de 15 años en el servicio de transporte. Mientras circulaba por el barrio Manga, reflexionó: “las carreteras en la ciudad son complicadas a veces, es estresante. Sin embargo, es importante mantener la calma, porque al final todos somos compañeros y salimos a ganarnos el pan del día a día”.
Por su parte, José Ricaurte director del Datt, afirma que “la Vía no es la Violencia es una estrategia del Datt que ha sido bien recibida por los cartageneros que están cansados de que los actores viales resuelvan los conflictos con violencia. Agradecemos a El Universal y a las empresas que nos han apoyado en que este mensaje de la Vía no es la Violencia llegue a todos los rincones de la ciudad. Desde el DATT trabajamos todos los días por una movilidad responsable en Cartagena de Indias.
Un mensaje que recorrerá toda Cartagena
La intención del DATT con su alianza con la Alcaldía Distrital y la campaña “Cartagena sí” no es quedarse en una intervención puntual, sino recorrer todos los puntos críticos de movilidad, de norte a sur con esta estrategia. A través de pedagogía, jornadas de concienciación y entrega de materiales simbólicos, buscan impactar la manera en que los cartageneros se relacionan al conducir.
La meta es ambiciosa, pero urgente: reducir los niveles de violencia vial y promover un cambio cultural que ponga la vida, la paciencia y la empatía en el centro de la movilidad urbana.
Con esta estrategia, Cartagena quiere convertirse en ejemplo nacional de cómo una ciudad puede transformar su cultura vial desde lo emocional. Porque al final, conducir no debería ser una competencia, sino una convivencia.
