A Merlis Valdez no se le puede hablar mal de su comunidad; aunque haya barro en las calles de Isla de León, si alguien lo critica, ella sale en defensa, no se deja, por eso en su familia le dicen “la leona”. Su barrio es su vida, y cuando habla se le nota.
Hace 31 años llegó a Cartagena. Cuando tenía 14 le tocó salir de los Montes de María junto a su familia, desplazados por la violencia en la subregión. Desde que llegó a la ciudad echó raíces en El Pozón, vivió en diferentes sectores, en casas de familiares, y desde el 2010 armó su casa en Isla de León.
“Cuando llegué aquí eran solo cinco casitas con muchas necesidades, y fui testigo de cómo comenzó a poblarse y al tiempo de las precariedades en las que se vivía. Por allá en el 2012 comenzaron a llegar voluntariados de fundaciones al barrio y eso me despertó la vena del servicio a la comunidad, del liderazgo”, cuenta Merlis. Lea también: Isla de León: una propuesta urbanística para evitar que se hunda con los años
Su casa se convirtió rápidamente en el centro de operaciones de las iniciativas que llegaban a Isla de León, si había que guardar materiales y hacer un taller, la casa de la ‘leona’ estaba a la orden.
“Y es que yo incluso pensé mi casa para esto, en la mitad vivo yo y el resto es de la comunidad”.
Un subsidio que realmente ayuda
En esa búsqueda de cómo ayudar, Merlis hizo lo que para su familia era una verdadera locura, tomó el subsidio que recibía por ser víctima de la violencia, hizo un mercado gigante y comenzó a cocinar.
Si había que guardar materiales y hacer un taller, la casa de la ‘leona’ estaba a la orden.
“Mira, todos me criticaron, que qué me pasaba, pero yo sabía que debía ayudar y que esta era mi misión, así arranqué. Los niños comenzaron a venir y hoy esto es parte esencial de su día. Lo hemos sostenido con los 500 pesos que manda cada papá, con ayuda de la Alcaldía y de todo el que quiera sumarse”, dice Merlis.
Antes de acostarse deja la carne adobada y a la mañana siguiente comienza a cocinar, algunas vecinas llegan a ayudar, ella es la chef y va diciéndoles en qué pueden apoyar. A las 11:30 comienza a servir y ya conoce de memoria las necesidades de cada uno. Lea también: Más de 200 niños de Isla de León recibieron alimentos y kits escolares
“El plato tiene arroz, carne, fríjoles, lentejas o garbanzos, ensalada y una fruta porque es más nutritiva que el jugo. Primero vienen los niños que estudian en la tarde, después los que van regresando del colegio, tengo vecinos que por su edad y enfermedades no pueden salir de casa así que le llevamos el almuerzo”, cuenta casi como recitando un poema, fluido y con precisión.

La huella que deja suplir una necesidad básica como la alimentación dura la vida entera.
Y aunque el proceso habitual de digestión de una comida tarde entre 2 y 5 días en el ser humano, la huella que deja suplir una necesidad básica como la alimentación dura la vida entera. La prueba llegó a Merlis de forma inesperada, estaba en una cita médica cuando una niña se le acercó y le dijo “yo te conozco”.
“Me quedé pensando de dónde la conocía, como siempre estamos haciendo talleres y eso, no recordaba, cuando me dijo: tú eres la que me daba comida en Isla de León. Ahí sentí que esto vale la pena, que me recuerde así, pero sobre todo que recuerde la importancia de ayudar al otro, paga todo el precio de las correndillas en la cocina”, dijo Merlis. Lea también: ¡Agéndate! Dadis llevará servicios de salud a Isla de León, El Pozón
Con su fundación ‘Las Leonas Renacen’, esta mujer bolivarense le manda un mensaje inequívoco al mundo: para ayudar solo necesitas determinación, el coraje de hacer “locuras” por servir a los demás, y echar a andar las ideas. Del resto se encarga el tiempo.
El propósito de ayudar a niños y niñas en Cartagena
La cocina y su labor con los niños tiene para Merlis más de un propósito. Hace un par de años murieron dos de sus hermanas de cáncer, y ella se convirtió en la mamá de Fátima y Juan Daniel, sus sobrinos, ahora sus hijos.
“Creo que Dios puso esto en mí por una razón. Fíjate que mi familia siempre me decía que yo cómo invertía tanto tiempo y dinero en alimentar a niños que no son míos, y hace un par de años me convertí en mamá de repente, imagínese si no estoy lista para cuidar de ellos. Ahora la más pequeña dice que cuando grande también va a ayudar a todo el mundo, como yo”.

Merlis desborda amor y solidaridad, es de esas mujeres que lo entregan todo, incluso en medio de las condiciones más precarias, con grandes esfuerzos, quitándose literalmente el pan de la boca.
“Ayudar me hace feliz. Ojalá cada vez más personas se sumen a la causa, no solo con la alimentación, sino con talleres de emprendimiento, educación, en ‘Leonas’ estamos listas para dar el espacio y ayudar. Todo por Isla de León”.
A Merlis solo le faltaba un sueño por cumplir. Sí, en pasado. “En el comedor estábamos sin techo, sin piso, pero ahora me levanto y no puedo creer que pronto podremos estrenar un sitio”, cuenta Merlis.
Con el apoyo de la Alcaldía de Cartagena de Indias, y las compañías SPEC LNG y Surtigas, empresas de Promigas, el comedor de Isla de León tiene hoy un nuevo aire, adecuaciones en pisos, techos, implementos de cocina, el comedor comunitario de Merlis se prepara para abrir y seguir impactando a más niños.