En Cartagena no se camina, se “va al trote”. No se bromea, se “mama gallo”. No se está de mal humor, se está “amargao”. Este 1 de junio, cuando la ciudad cumple 492 años, no solo se alistan los actos culturales, también se desempolvan las palabras más sabrosas del “costeñol cartagenero”, ese dialecto que nos representan. Aquí no se habla, se sabrosean las frases.
Lo que en otras ciudades suena normal, aquí se vuelve comedia. Porque sí, el cartagenero es así: hace de sus traumas, un chiste, podría decir a ojos cerrados que la gente más feliz del país vive en El Corralito de Piedras. Por eso, te traemos, las expresiones más célebres que caracterizan y bautizan al cartagenero del resto del país y que lo hacen marcar la diferencia cuando sale de la ciudad. Lee también: Cartagena imparable: la ciudad que florece a su ritmo.

Top de frases que dicen “nací y me crié en Cartagena”
1. “Ajá”: sí, el clásico. Puede ser saludo, queja, confirmación, sorpresa, regaño o simplemente relleno. Cartagena sin “ajá” es como arroz sin coco.
2. “Mamar gallo”: no es una receta ni una mascota: es echar broma. El cartagenero casi siempre se mama gallo.
3. “Salió con un cacho e’ bagre”: una forma cariñosa (y bastante cruel) de decir que alguien no tuvo suerte en el amor.
4. “Está empavao”: persona con tan mala suerte que si va a pescar, los peces le hacen ‘pistola’.
5. “Te voy a dar una pela”: advertencia cargada de cariño y drama, típica de una mamá cartagenera con la chancleta en la mano.
6. “Camella, vago”: trabaja, no seas flojo. Aquí “camellar” es más que trabajar: es luchar con sudor, sol y ganas.
7. “Está aguacatado”: alguien sin ánimo, apagado. Literalmente, como un aguacate pasado.
8. “Se formó la recocha”: cuando el relajo se apodera del ambiente, los vecinos bailan en la acera con los picós a todo timbal y los niños corren como si no hubiera mañana.
9. “Eso es una culebra”: no estamos hablando de animales, una “culebra” es una deuda. Y mientras más grande, más venenosa.

El dialecto también es resistencia y herencia
Todo este sabroso enredo de palabras viene de siglos de mezcla: lenguas africanas, españolas, indígenas, y claro, un toque de pura malicia costeña. El dialecto cartagenero es una forma de resistir al olvido, una manera de mantener viva la herencia cultural a punta de chanza y doble sentido, en muchas ocasiones.
En cada palabra hay historia desde los patios de los barrios populares hasta los salones de las casas coloniales, este lenguaje forma parte de una identidad compartida, tan firme como las piedras de la muralla y también sirve como recordatorio que cada puesta de lenguaje es una manera del cartagenero adaptarse a la realidad, a su realidad con la mejor actitud.

¿Y cómo no celebrar con esas palabritas?
En estos 492 años, la ciudad no solo presume de castillos, atardeceres, playas de ensueños, gastronomía y champeta: presume de tener un idioma que se ríe solo. En cada esquina hay una historia dicha con sabrosura, y en cada palabra, una ciudad viva, llena de chispa. Por eso, siéntete orgulloso de cada expresión que te enseñó tu abuela o que escuchaste en la tienda del barrio.
Porque el verdadero patrimonio no solo se ve: también se escucha. Porque en Cartagena, se habla sabroso, se ríe con ganas y se canta hasta cuando se trata de regaños. La Heroica no solo tiene murallas, calles llenas de color y playas divinas: también tiene un idioma que se baila. Por eso cada vez que salgas de la ciudad y te pregunten por qué hablas así, solo responde: ¡Ajá, mijo! Así hablamos los cartageneros. Lee también: Cartagena, una musa sin igual.