Getsemaní guarda una historia en cada calle y rincón. El barrio de los ‘bravos leones’ es hoy un destino atractivo, no solo para disfrutar de la estadía en Cartagena de Indias, sino también para experimentar la auténtica vida de barrio en una ciudad tan convulsa como resistente.
En el barrio de Getsemaní está la calle de Las Chancletas, ubicada entre la calle del Pozo y la esquina con la calle de las Palmas. Como otros espacios del sector, tiene una historia peculiar y llamativa que explica el origen de su nombre o de sus varios nombres.
De acuerdo con lo expuesto en el libro ‘Nomenclator cartagenero’, de Donaldo Bossa Herazo, antes de llamarse de ‘Las Chancletas’ esta calle recibía el nombre de calle de la ‘Tuza’. “El autor de estos apuntes recuerda haber visto en alguna escritura de propiedad registrada esta calle como calle de la Ceiba, pero en 1808 era conocida como calle de la Tuza (sic). Es seguro que se trata del apodo de alguna vecina que no debió ser ningún modelo de virtudes”.
Bossa Herazo explica también que ya en la era republicana esta vía fue conocida como calle del Bosque o Nuestra Señora del Bosque. Pero hoy recibe el nombre de calle de ‘Las Chancletas’, un expresión coloquial que según el historiador cartagenero Rodrigo Alfaro obedeció a la influencia del mercado.
“Esa calle recibe el nombre de Las Chancletas porque, una vez construido el mercado, esta vía daba acceso al interior de Getsemaní. Cuentan que en esta zona se congregaban muchos pescadores de Barú, Tierrabomba y otras personas que venían a vender alimentos al mercado. La parte final de esta calle, donde hoy se encuentra el parqueadero del Centro de Convenciones y antes estaba la antigua ‘Casa de la Cerveza’, era una zona muy pantanosa y sucia. Cuando la gente llegaba, se embarraban los zapatos y las chancletas, y las dejaban ahí, en plena calle. Incluso, una vez le escuché a un residente antiguo de Getsemaní que había una zona destinada para lavarse los pies. Con el tiempo, la calle se convirtió en un lugar donde quedaban las chancletas llenas de barro y suciedad”, cuenta Alfaro.
¿Qué revelan los nombres de las calles?
Las distintas denominaciones que ha tenido esta calle reflejan cómo la expansión y transformación paulatina de la ciudad han modificado el uso de sus espacios. Para profundizar en ello, consultamos al arquitecto Ramón Pérez Yepes, especialista en diseño urbano y docente de la Universidad Tecnólgica de Bolívar, quien parte de una premisa clara: las ciudades están en constante evolución desde el punto de vista urbanístico.
“Y esta es una evolución que abarca siglos. Aunque no es común que en un mismo sitio se construyan varias ciudades, en muchos casos ocurre. Si miras las ciudades europeas, una está sobre otra. Lo mismo pasa cuando se excava en ciudades de antiguos imperios, como los egipcios o en Centroamérica: bajo la ciudad actual, encuentras niveles de ciudades. Las ciudades son espacios en constante evolución, pero como las habitamos y convivimos con ellas en el presente, muchas veces no logramos identificar todo lo que ha ocurrido desde sus cimientos”.
De acuerdo con el experto, aunque Cartagena de Indias está próxima a cumplir 500 años de fundada, “detrás de esa fundación ya existían asentamientos mucho antes. Es decir, había vestigios de lo que eran formas de ciudad. Pero aquí entra en juego una palabra clave: ¿qué es una ciudad? ¿Una ciudad es solo la que tiene un millón de habitantes, o también lo es una con 200 mil? ¿Turbaco es una ciudad? A lo que quiero llegar es que una ciudad es todo aquel conglomerado donde hay personas e intercambio de actividades”.
Y amplía: “Lo que sí es común es que las ciudades, en ese mismo espacio, están en constante transformación. Esa transformación ocurre a lo largo del tiempo, y hay un elemento fundamental que la explica: la historia. La historia es la que nos permite entender cómo cambian las ciudades. Por ejemplo, Cartagena fue en su momento un puerto clave para el intercambio de mercancías, esclavos, riquezas, entre otros. Hoy, la ciudad vive una realidad distinta, y en otros 500 años seguro vivirá una más”.
Transformación urbana e identidad
Para el arquitecto Ramón Pérez, el urbanismo en las ciudades cumple un papel fundamental. “El urbanismo regula su crecimiento o sirve para planear las ciudades”.
“Cuando se estudia Cartagena, se identifica que siempre hubo un tipo de planeación. En su momento, eran las directrices del rey Felipe -las cartas reales- las que establecían cómo debían construirse las ciudades. Los romanos, por ejemplo, también seguían ciertos ejes para ordenar sus asentamientos. Sin embargo, pese a esa normatividad, la gente no siempre se identificaba con esos espacios y comenzaba a carecer de un sentido de identidad”.
En ese sentido, los habitantes nombraban los espacios urbanos con expresiones cargadas de significado, otorgándoles un sentido que iba más allá de su función esencial como lugares de tránsito o actividad dinámica.
“Ponerle un nombre a una calle es un acto de identificación. Lo interesante es que ese nombre también evoluciona. A veces hace referencia a edificios, plazas, castillos o construcciones majestuosas; pero en otros casos, partía desde lo que ocurría en la calle o en aquello que la caracterizaba con el tiempo. Así surgieron nombres como la calle Tumbamuertos, la calle de Las Damas o la calle de La Amargura, en el caso de Cartagena”.
El experto deja claro que más allá de la denominación urbana básica, el nombrar una calle con nombres o frases peculiares va ligado a la representación cultural y a un reconocimiento a ese patrimonio inmaterial que tenemos.