Cartagena, ciudad de contrastes, siempre brilla por su rica historia y su famoso mar, pero también arrastra una cruda realidad que no todos conocen: el hambre. Gabriel Rodríguez, arquitecto de profesión, no pudo ignorar este problema. “Hay gente que se acuesta sin comer. Hay gente que come una sola vez al día. Yo he visto casos dramáticos del hambre”, dice con la convicción de quien ha visto demasiado para quedarse de brazos cruzados.
Y así, con ese impulso de cambiar realidades, nació la Fundación Corazón Contento, porque... “Barriga llena, corazón contento”; está ubicada en el barrio San José de Los Campanos, uno de los sectores más vulnerables de Cartagena, conocido por su población desplazada por la violencia, especialmente del Chocó.
Lo que empezó como un pequeño comedor para niños en situación de vulnerabilidad hoy se ha transformado en un centro de esperanza integral, un espacio donde la educación, el arte y el acompañamiento social han cambiado la vida de cientos de menores. “Empezamos con 30 o 40 niños y eso fue creciendo de tal manera que hoy hay 380 niños”, cuenta Rodríguez.

Niños que antes estaban famélicos, desanimados, atrapados en un ciclo de pobreza que parecía no tener salida, hoy son estudiantes destacados en sus colegios, aprenden inglés y hasta desarrollan habilidades artísticas que han sorprendido a todos. “Tengo en mi oficina cuatro obras de arte enmarcadas de los niños, fabulosas. Tienen un potencial para el arte impresionante”, cuenta Gabriel.
El camino no ha sido fácil. La fundación nació oficialmente en marzo de 2019, fruto del esfuerzo de Rodríguez, el actor Salvo Basile y Agripina Perea, una mujer cuya historia de vida es, en sí misma, un testimonio de lucha. “Agripina es una negra que parió sola en la calle, ella misma cortó el cordón umbilical”, cuenta Rodríguez. Su liderazgo y tenacidad han sido clave en la consolidación del proyecto.
Durante la pandemia, el desafío fue aún mayor. La fundación, que en principio solo brindaba alimentación, tuvo que reinventarse y por esto, comenzaron instalando internet para que los niños pudieran seguir estudiando, reforzaron materias con profesores voluntarios y abrieron espacios de lectura. “Regalábamos libros y los niños decían: ‘No, libros no’, pero nos dimos cuenta de que era porque muchos ya grandes no sabían leer y mucho menos comprender lo que leían, por eso no les gustaba. Entonces hicimos olimpiadas de lectura y todo cambió”.
Con el tiempo, se vincularon más instituciones como el SENA, la Universidad del Sinú y la Escuela de Bellas Artes, aportando cada vez más profesores y recursos, construyendo la gran institución que hoy ayuda cerca de 1.000 niños de manera directa e indirecta.
Pero Rodríguez sabe que la solución no está solo en la asistencia inmediata, sino en cambiar mentalidades. “Estamos trabajando también con psicólogos para que los niños piensen en grande, en ser emprendedores, en construir su propio futuro”, asegura Gabriel. Hoy, algunos ya estudian en el SENA, otros han desarrollado pequeños emprendimientos con sus familias y la fundación impulsa también la agricultura urbana, con huertas en pequeños patios, también capacitaciones en cocina y modistería. “Queremos que el barrio se beneficie de esta enseñanza también y que aprendan a producir sus propios alimentos”.
Pero la necesidad sigue siendo grande. “Nos ayudan mucho, pero necesitamos más benefactores. La pobreza extrema en Cartagena es brutal, hay madres que ponen a hervir piedras para que sus hijos crean que están cocinando algo y se duerman con esa esperanza. Eso es terrible”, dice conmovido.
Su meta es seguir expandiendo la fundación y, más allá de eso, sueña con ver a esos niños convertidos en profesionales, en artistas, en líderes que transformen la ciudad.

“Soñamos con ver un niño de esos convertido en doctor, en un García Márquez, en un juez de la Corte Suprema, una Shakira. Hay mucho talento que no se explota”, menciona.
La historia de Gabriel Rodríguez es la de un arquitecto que decidió construir algo más valioso que edificios: un futuro digno para los niños de Cartagena. Y, con cada sonrisa recuperada, con cada sueño rescatado, demuestra que el verdadero cambio comienza con un corazón dispuesto a ayudar.
Si usted desea aportar su ayuda a la fundación comuníquese al número +57 (315) 731 1110 o a través de la página web www.fundacioncorazoncontento.net