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Bolívar

El salado: el horror que bailó al ritmo de la violencia

Un día como hoy, hace 25 años, El Salado pasaría de ser una comunidad próspera, feliz y prometedora, a ser un pueblo marcado por una dolorosa memoria.

El salado: el horror que bailó al ritmo de la violencia

La masacre de El Salado. // Foto: Archivo El Universal

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Los gritos de auxilio de El Salado han hecho eco en la historia de Colombia durante años. Un pueblo próspero que terminó siendo un cementerio de ilusiones y de historias a pesar de volver a estar habitado.

Mensaje plasmado en una pared de El Salado. // Foto:
Mensaje plasmado en una pared de El Salado. // Foto:

Con el pasar del tiempo, comenzó a ser normal escuchar grandes cifras de muertos en el sur de Bolívar, olvidando que cada una de esas vidas perdidas nos representa como país, porque había madres, había hijos, había maestros y líderes sociales. Pudo ser cualquiera de nosotros, pero les tocó a ellos.

En diciembre de 1999 empiezan a llegar las amenazas al pueblo. Mientras todos celebraban la pronta llegada del año 2000, la gente de El Salado era amenazada de muerte. Algunos buscaban la manera de escapar, otros pensaban que no pasaría nada y otros simplemente no tenían a dónde huir.

“A veces, uno cree las cosas, pero, ¿para dónde va a coger uno?”, confiesa Lilia Torres, una de las víctimas de la masacre.

No es una verdad que oculta las grandes dificultades la que conlleva el desplazamiento forzado. Muchas familias, por este motivo, no lograron huir del lugar donde masacraron a sangre fría a más de cincuenta de sus familiares, amigos y vecinos.

Según declaraciones de las víctimas, en diciembre de 1999 un helicóptero arrojó panfletos a El Salado donde les amenazaban diciendo “Coman y beban porque será la última vez”.

Yo diría que lo que más marcó a las víctimas fue que durante la masacre, los paramilitares repartieron trago, tocaron gaitas, tocaron tambores. Ellos celebraban lo que estaban haciendo sin importar el dolor de las personas que acaban de perder a sus familias”.

 Abigaíl González, hija de una víctima de la masacre.

El silencio ha rondado a esta comunidad por años, los masacraron durante varios días, pero solo sus familias, en sus refugios, los escuchaban. “Todos éramos una familia, en un pueblo pequeño donde nos conocíamos”, contó Lilia.

El horror evidente que sintieron los habitantes de este municipio ha sido una marca que llevan de por vida. Al sentirse abandonados por una semana, que para ello duró mucho más, nadie los rescataba mientras eran torturados, abusados y, además, humillados.

Es imposible volver a ser la persona que eras, luego de presenciar tal barbarie. Si con tan solo escuchar o leer las impactantes historias de las víctimas empieza a erizarse la piel, cuanto más duro debe haber sido vivirlo.

El Salado antes de ser remodelado. // Foto: Archivo El Universal
El Salado antes de ser remodelado. // Foto: Archivo El Universal

Cargar los restos de tu hijo en brazos, ser obligado a celebrar la muerte de tus vecinos, ser violada y torturada por tantos hombres que desconoces la cifra, así de desgarradores son los testimonios que dejó esta masacre en el país.

“Mi tío tenía como 15 años cuando eso pasó. Él va a la casa, saca la mesa del comedor, sobre la mesa pone el cuerpo de su mamá y su hermano, que habían sido acribillados en la masacre y que, a ese punto, eran cuerpos hinchados ya de varios días”, narró con tristeza Abigaíl González, quien es hija de una de las víctimas.

La escena contada por Abigaíl fue un punto de quiebre en la vida de su tío; cargar el cuerpo de su propia madre muerta lo marcó de por vida. “Es difícil olvidar cómo agarran a la gente y la separan. Era una manera de quitarles la fuerza porque realmente cuando tú estás en grupo, cuando tú estás unido, tienes más poder”, afirmó, abarcando los motivos por los que se iba haciendo cada vez más cruel esta masacre.

Después de tantos años de lucha en contra del conflicto armado, es fácil que el país olvide a las víctimas. La muerte de un gran número de inocentes acaba resumida, a eso, a un número. “70 fueron las víctimas del salado”, pero para Abigaíl, así como para más de 2 mil personas, no es una cifra; era su madre, su abuela o su tío.

El Salado antes de la masacre

“Nos pusieron en ‘Villas del Rosario’, pero ¿quién conoce a El Salado así?”, expresó Lilia sobre su municipio. Resulta que El Salado tiene otro nombre legal: ‘Villas del Rosario’, pero, según cuenta la residente, “todos los que visitan el lugar dicen que el agua es salada”, de ahí es que viene su famoso nombre.

El Salado es un corregimiento del municipio de El Carmen de Bolívar, dentro de los Montes de María. Fue fundado en 1812 y se convirtió en el corregimiento más grande y próspero de dicho municipio, al punto de ser considerado como la capital tabacalera de la Costa Caribe.

Contaba con tierra fértil, favorecida por sus acuíferos. Era una tierra tan próspera que se convirtió en despensa agrícola donde también se producía ahuyama, ajonjolí, maíz, yuca y ñame. El Salado estaba en su mejor momento cuando la sangre comenzó a perseguirlos.

“Si hay algo que resaltar es lo pujante de mi pueblo antes de la masacre, no necesitaba de ninguna entidad para sobresalir, las familias no vivían mal”, cuenta Lilia con evidente nostalgia.

Los gritos de la masacre en El Salado

Abigaíl apenas tiene 20 años, pero conoce a fondo la historia de esta masacre. Se considera una “hija de la guerra”, creció con estas historias, sin conocer ni a su abuela ni a su tío, ya que la masacre se los arrebató.

El Salado considerado un pueblo fantasma. // Foto: Archivo El Universal
El Salado considerado un pueblo fantasma. // Foto: Archivo El Universal

La madre de Abigaíl, Ladys Redondo, logró huir cuando empezaron las amenazas. Llegó a un resguardo en una vereda cercana con esperanza de que estas amenazas nunca se llevaran a cabo; pero, lamentablemente, ocurrió y le arrebató a dos de sus preciados familiares.

Todos en el pueblo conocían a Rosmira Elena Torres, madre comunitaria de El Salado y madre de Ladys Redondo, era una amada habitante del municipio, sus vecinos y amigos aún hoy la recuerdan con tristeza. Rosmira fue asesinada a manos de los perpetradores de esta masacre, pero al parecer, antes de acabar con su vida, la hicieron presenciar la muerte de su hijo.

Luis Pablo Redondo, hijo de Rosmira, era el presidente de la Junta de Acción Comunal, fue apuñalado en la clavícula, acusado de “guerrillero” y acribillado en la cancha donde se ejecutó mayormente la masacre. El mismo día, su madre fue asesinada con una ráfaga de disparos, no sin antes, jalar de sus extremidades hasta desgarrarla.

“La mejor manera de recordar a los de El Salado es hablar de quienes eran en verdad. No eran guerrilleros, eran personas que luchaban con pasión por su municipio”, resalta Abigaíl. Tanto la madre como el hijo murieron ese día, pero sus vecinos, familiares y amigos, se han encargado de mantenerlos vivos en la memoria de la región como una madre ejemplar, echada para adelante; y un hijo dedicado a la lucha por los derechos del pueblo, además de un docente apasionado por educar a los niños del corregimiento.

Del 16 al 21 de febrero, se dice que fue cuando ocurrió la masacre, pero, para las víctimas, esta masacre empezó antes y termino después, no solo por el hecho de que al volver al pueblo tenían que recoger los restos tirados por la plaza de sus familiares y vecinos, sino también porque aún luego de que se anunciará el cese, seguían siendo asesinados.

“Mi madre también cuenta la historia de un muchacho que estaba con ella refugiándose. Resulta que se anuncia que ya, cesado el fuego, el muchacho va con su hermano, que era un niño en ese entonces y, solo regresa el niño”, relató Abigaíl. El muchacho, según contó su hermano, fue degollado justo frente a él.

Esta masacre fue perpetrada por 450 paramilitares, apoyados por helicópteros que dieron muerte a un aproximado de 60 personas en estado de total indefensión. Tras este caos, en El Salado se produjo el éxodo de toda la población, quedando como un pueblo fantasma. Años después, algunas familias han retornado al lugar.

Lilia Torres y Ladys Redondo fueron parte de esas personas que volvieron a su municipio. “Yo salí desplazada a Bogotá, pero ya en 2011 retorno a El Salado, extrañaba mi tierra, no es lo mismo estar en tierra ajena como en su propia tierra, estoy muy agradecida con Bogotá y todo lo que logre allá, pero añoraba mi tierra″, confesó Lilia Torres quien hoy es la presidenta de la Junta de Acción Comunal del municipio.

Migraciones de personas de El Salado en El Carmen de Olivar. // Foto: Archivo El Universal
Migraciones de personas de El Salado en El Carmen de Olivar. // Foto: Archivo El Universal

La masacre de El Salado: un hecho que no se debe olvidar

Este suceso forma parte de la escalada de violencia más brutal ocurrida en Colombia entre 1999 y 2001. Durante ese período, en la región de los Montes de María, donde se encuentra El Salado, se perpetraron 42 masacres que cobraron la vida de 354 personas.

Por años se ha pasado por alto a las víctimas de los corregimientos y veredas de los municipios cercanos. Las víctimas de Ovejas, especialmente las de la vereda La Sierra, fueron parte de la ruta que los paramilitares siguieron hacia El Salado.

Las muertes que dejó esta masacre han manchado de sangre la historia nacional, la crueldad con la que perdieron la vida inocentes acusados de guerrillas involucrados en una guerra sin aparente fin.

El Salado. // Foto: Archivo El Universal
El Salado. // Foto: Archivo El Universal

Los vivos ya no están tan vivos. No se puede vivir igual luego de ser abusada sexualmente por más de 20 hombres, como fue el caso de Yirley Velasco. Asimismo le pasó al municipio, luego de la impotencia de enterrar a tantos de los suyos, El Salado no ha vuelto a ser el mismo.

“Han pasado 25 años y El Salado nunca volvió a ser el mismo”.

 Lilia Torres, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) de El Salado.
El Salado. // Foto: Archivo El Universal
El Salado. // Foto: Archivo El Universal

El Salado no quiere ser olvidado, quiere limpiar el nombre de sus víctimas. Este pueblo, marcado por la violencia, resiste y recuerda con dolor el episodio crudo e inhumano que enfrentó, sintiéndose abandonado hace 25 años. Han pasado 2 décadas de este episodio, pero aún siguen vivos los recuerdos, los temores y el legado de esta región.

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