Un gigante de acero se alzaba majestuoso en Bocagrande, una promesa de modernidad y lujo frente al mar Caribe y, cómo no, el honroso título de edificio más alto de Colombia entera: la Torre La Escollera, con sus 206 metros de altura, aspiraba a ser el edificio residencial más alto del país. Aspiraba, pero el viento estuvo en su contra... literalmente.
Diseñado con 88 apartamentos de lujo, cada uno equipado con spa privado, un club de playa en el noveno piso, dos ascensores de alta velocidad y un helipuerto en su cúpula, era una obra de ingeniería que prometía marcar un antes y un después en Cartagena.
La Torre de La Escollera se erigiría en el mismo sitio donde había funcionado la famosa discoteca homónima; comenzó obras a mediados de 2005 y debía estar lista en 2006, pero hubo retrasos, de manera que, en 2007, cuando sobrevinieron los “malos” vientos, apenas si estaba listo su “esqueleto”. Lea también: Hechos trágicos que han marcado a la Cartagena contemporánea
Así fue el vendaval que estremeció a la Torre de La Escollera en Cartagena
En la madrugada del 13 de mayo de 2007, un vendaval que se desplazaba del sur al oeste sacudió a Cartagena. Los vientos fueron lo suficientemente fuertes como para doblar la esbelta estructura metálica que podía apreciarse casi que desde cualquier lugar de la ciudad.
Y en su edición del 15 de mayo, El Universal ya lo informaba: en aquella noche de domingo, hubo un vendaval que mató a dos campesinos, dejó a media ciudad sin luz y dobló a La Escollera... entre los niveles 28 y 40, hubo una ondulación de un metro que alarmó a los vecinos.

La estructura, que se veía imponente contra el cielo, ahora estaba inclinada visiblemente hacia un lado. Los constructores del proyecto se apresuraron a justificar el incidente, alegando que la falta de las llamadas “diagonales de San Andrés”, piezas críticas para la estabilidad del armazón, había sido determinante.
Antes del hecho, el ingeniero calculista Jorge Rocha había advertido sobre la fragilidad del diseño. “El sistema de construcción del armazón era cuestionable”, dijo entonces. Tras el evento, Rocha reafirmó su postura: “Gracias a Dios no pasó nada, pero el tiempo se encargó de darme la razón”, según reseña el impreso de El Universal de aquellos días.
En paralelo, el vendaval también trajo consecuencias devastadoras para otros. En Turbaco, un campesino perdió la vida cuando el burro que montaba pisó un cable de energía desprendido por el vendaval. En la isla de Bocachica, otro hombre murió electrocutado al manipular un cable caído.
El impacto de la ondulación de La Escollera no tardó en generar alarma entre los residentes cercanos. “No sabemos si es tan seguro como dicen los constructores, y eso genera un poco de temor, más cuando empieza a llover y ventear”, expresó una vecina al diario, reflejando el miedo colectivo.
La crisis escaló hasta las autoridades locales. El alcalde de ese entonces, Nicolás Curi Vergara, ordenó una inspección técnica. Paralelamente, el ingeniero civil contratista Antonio Flórez Garizábal convocó una junta extraordinaria de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar (SIAB), integrada por especialistas en estructuras como Jorge Rocha, Walberto Rivera Martínez y Javier Coll Jiménez. La comisión concluyó que la estructura, con su curvatura y uniones debilitadas, era vulnerable a vientos y sismos. La recomendación fue clara e inevitable: desmontar la torre completa.

La empresa propietaria del proyecto, ActionCol S. A., aceptó el dictamen asegurando que “era la mejor alternativa” y se comprometió a asumir los costos del desmonte. El arquitecto Ángelo Fegali Corena fue designado como responsable de las labores de desarme, que marcaban el fin de una ambición que nunca llegó a materializarse.
La construcción avanzó hasta el nivel 60, un progreso impresionante que parecía confirmar las expectativas depositadas en la obra. En aquel entonces, en exclusiva para El Universal, José Hernán Bravo, constructor del ambicioso proyecto, reveló los motivos detrás de la torcedura. Aunque los detalles precisos de su declaración no trascendieron del todo, su salida del proyecto, apenas días después del incidente, marcó un punto de no retorno.
“Tanto la rigidización como el desmonte total de la estructura fueron concebidos y dirigidos por los miembros de la comisión de estructuras de la SIAB (Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar). El dueño de la empresa asumió los costos de la grúa, personal para los trabajos de rigidización y desmonte y el costo de las riostras y pernos utilizados durante el proceso hasta su terminación total”, escribió muchos años después el ingeniero civil Antonio Flórez Garizábal en un texto conocido por El Universal.
15 millones de pesos costaba el metro cuadrado en la Torre de La Escollera.
La cifra
¿Por qué se torció el esqueleto de Torre de la Escollera?
“Después de estudiar a fondo lo que realmente ocurrió se determinó que las instrucciones y el proceso que se habían seguido en el montaje no eran las correctas. Las nuevas evaluaciones que se han hecho con el comité de la Sociedad de Ingenieros de Colombia dicen que existen unas fallas en el sistema de nudos del esqueleto”, dijo Bravo. Pero en principio se dijo que fue por falta de diagonales… “La deformación no se presentó por la falta de diagonales, como se dijo al principio. Lo que realmente falló fueron los nudos, es decir, la unión de las vigas a las columnas que no trabajaron eficientemente”.
Con una inversión inicial de $20.000 millones, la torre prometía convertirse en un icono de la ciudad. Planeada para ser entregada en el primer semestre de 2008, el proyecto había alcanzado una aceptación significativa: entre el 55 y el 60 por ciento de sus unidades ya estaban vendidas… pero el destino no quiso que el edificio más grande de Colombia se alzara en Cartagena: en su lugar, quedó uno de 15 pisos que aún se alza en la carrera 1 de Bocagrande, justo frente al mar.