Cartagena de Indias es más que sus playas y murallas, más que su aguerrida historia de independencia y su diversidad cultural. Es mucho más que su riqueza artística y musical, su jerga o sus habitantes deslumbrantes. Hablar de esta ciudad es exponer la importancia de su biodiversidad, en especial, del sistema de seis cuerpos de agua lagunares interconectados, rodeados de solemnes mangles que forman un corredor biológico a lo largo de su casco urbano. Estos cuerpos de agua entrelazan la vida de sus comunidades y la economía de la ciudad, reflejando en su realidad el grito ahogado de seres vivos que, sin voz ni voto, claman por ser vistos y protegidos.
El caño Juan Angola, uno de los cuerpos de agua más importantes de la ciudad, enfrenta múltiples problemáticas que van desde invasiones hasta la acumulación de basura y malos olores. Esta situación no es nueva y, año tras año, representa un desafío para los gobiernos de turno. Lea: Mintransporte apoyará al Distrito para terminar la Vía Perimetral
En conversación con Facetas, el biólogo marino y director de la Fundación Planeta Azul Caribe, Luis Fernando Sánchez Rub, explica la importancia que tiene el caño Juan Angola para la ciudad y resalta la resiliencia de lo que el llama el ‘corazón’ de estos cuerpos de agua, una de las principales estructuras ecológicas de la ciudad, que fueron invadidas por más de seis décadas y desplazaron tramos de manglar para dar cabida a zonas residenciales, comerciales, institucionales y empresariales.
Este bogotano, cartagenero de adopción desde hace más de 10 años, ha luchado para que el caño Juan Angola recupere su estatus como ecosistema y deje atrás el título de relicto. “El caño Juan Angola es el centro, el corazón de este sistema. Su importancia radica en su ubicación, porque comunica y conecta a dos grandes: la ciénaga de La Virgen con la bahía de Cartagena”, expone el especialista.
“En un momento fue un gran ecosistema muy productivo, pero se ha venido degradando por una ciudad que ha crecido a expensas de sus cuerpos de agua y de estos meandros. Fue un crecimiento que se dio desde la parte más consolidada a los bordes hacia las zonas litorales. Los más afectados han sido los manglares, rellenados para que existan áreas de construcción”, asegura Sánchez y aclara que si bien las ciudades tienen crecimientos exponenciales, se debe hacer bajo las normas de la naturaleza que reclaman, tarde que temprano, sus espacios.

La National Geographic establece que “los ecosistemas funcionan como una maquina, en la que cada interacción de los seres vivos es una pieza que la mantiene en funcionamiento y cuantas más piezas hay, menos daño se registra si una de ellas falla”. Por consecuencia, ante tantos años de olvido y maltrato al corazón de los cuerpos de agua del Corralito de Piedra, este relicto, desde su naturaleza, busca su propia recuperación.
“Cuando un bosque es intervenido o destruido, y si hablamos de bosques también hablamos de manglares, pierde su condición y se convierte en relicto”, asegura Sánchez Rub, quien explica que un relicto se puede definir como un ecosistema funcional que ha perdido sus cualidades, que se ha fraccionado por causas naturales o antrópicas.
Pero hay buenas noticias, Sánchez Rub se apega a la resiliencia y el dinamismo de la naturaleza que da origen a su restitución, su esperanza no es ciega y es un crítico, con fundamento, de las intervenciones que han hecho los diferentes gobiernos de la ciudad, puesto que si bien las problemáticas medioambientales necesitan gran inversión económica, si no están de la mano con las de buenas prácticas, no estamos trabajando en soluciones sino creando nuevas problemáticas. Lea también: Listos para vender los lotes con los que pagarán a afectados de Aquarela
A lo largo de la historia, este cuerpo de agua ha sido intervenido por entidades gubernamentales, en especial por el Establecimiento Público Ambiental (EPA) Cartagena junto a las diferentes alcaldías. El EPA, en agosto de 2023, anunció que se habían retirado “aproximadamente 55 metros cúbicos de residuos de todo tipo de orillas y zonas colindantes con el caño Juan Angola, sector 7 de Agosto”.
Ahora bien, más que limpieza, este caño necesita un plan de gobernanza entre autoridades y comunidad, donde el eje sea la educación práctica.
Siguiendo este arduo esfuerzo, en mayo del presente año, el actual alcalde de Cartagena, Dumek Turbay, realizó la jornada ‘Juan Angola resplandece’, en donde anunció una inversión de más de $13 mil millones y compartió un avance del 90% en las labores de relimpieza. Pero como este proceso ha habido varios, y enfocados en su limpieza más que en la protección de las asociaciones biológicas.
Las noticias registran que en 2018, surgió “la imperiosa necesidad de abordar lo que se conoce como relimpia en el caño Juan Angola”, una tarea que siempre debe ser calificada como prioridad.

Desde el Aeropuerto Rafael Núñez hasta el Puente de Canapote, y extendiéndose por las lagunas de Marbella y El Cabrero, el caño Juan Angola lucha por ser dejado en paz para renacer, como el ave fénix.
Como explica Orlando Vargas, miembro del grupo de restauración ecológica del departamento de biología de la Universidad Nacional en su trabajo ‘Restauración ecológica: biodiversidad y conservación’: “Los ecosistemas se recuperan por sí solos cuando no existen o se eliminan tensionantes o barreras que impidan su regeneración, en un proceso conocido como restauración pasiva o sucesión natural. Es por esto que una de las primeras acciones para recuperar un ecosistema es retirar factores que impiden la expresión de mecanismos de regeneración natural”.
Luis Fernando Sánchez se apega a este concepto y hace un llamado de atención a las autoridades para trabajar mancomunadamente con los expertos y las comunidades para intervenir correctamente y proteger la biodiversidad cartagenera. Le puede interesar: Isla Abanico: las fotos capturadas antes de que desapareciera
Aunque las entidades han expresado su deseo de devolverle el título de honor, esta labor pasó de ser un trabajo de ‘santos’ a ser vengado por superhumanos que entienden que más que dinero es un proceso de educación sobre las prácticas ambientales que deben tener los ciudadanos sobre el territorio que habitan.
Y hablo de “vengar”, porque la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define esta palabra como “satisfacer o reparar un daño o agravio”. A eso debemos apuntar como sociedad, a reparar el daño que hemos ocasionado en este corazón. Si sus válvulas, sus arterias o su tronco dejan de funcionar, qué será de nuestros cuerpos de agua, qué será de los seres vivos, qué será de la salud de esta ciudad.