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Cartagena

Arlena Hoyos: el legado inmortal de una vida que tocó a muchos

Arlena Hoyos fue una mujer excepcional. Su legado ha quedado inmortalizado en todos aquellos a quienes su alma tocó.

Arlena Hoyos: el legado inmortal de una vida que tocó a muchos

María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.

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“Amar hasta que duela y amar hasta que deje de doler”. Fue como la tercera frase que me dijo Arlena Hoyos el día que la conocí, y la que de manera más clara la retrata en lo personal y lo profesional. Un resumen rotundo de una vida que hizo que miles de dolores pararan y otros tantos se evitaran, incluso por encima de los propios. Llenó el estómago, la mente, pero sobre todo el alma de miles de personas entre las que se cuentan los beneficiarios de su fundación Dones de Misericordia, su familia, sus amigas y un número incalculable de seres que se inspiran y se inspirarán en la vida y obra de un ser que le ganó a la muerte, pues, por cliché que suene, se hizo inmortal en miles de corazones, entre los cuales me incluyo. Lea: Arlena Hoyos: “Si yo cambio, todo cambia”

Veinticuatro: los metros que excavó hasta encontrar agua potable en donde la sed es tan vieja como grande. Veinticuatro: la edad de su hijo menor el día que me la presentaron, y una parte de los años que se pasó atravesando el océano más cruel del mundo: el que hay entre la opulencia y la miseria.

Abogada, especialista en derecho administrativo, procesos sociales de la familia y métodos alternativos de solución de conflictos, con énfasis personal en evitar divorcios. Madre de Luis Fernando, Camilo y Federico, casada durante más de tres décadas con su primer amor, y guerrera en contra del hambre y la agresión por convicción.

Le diagnosticaron cáncer hace más de tres años y su energía -aún en los días más duros- iluminaba cada habitación con la fuerza que no tiene el más sano de todos los cuerpos. Como muchas cosas en ella, la escena suena contradictoria, pero no, es la imagen de una mujer que, en medio de la civilización del espectáculo cometió la audacia de dar, sentir y ser: misericordia.

Sí, misericordia, esa palabra que se nos presenta con sabor a clase de religión, y que es en realidad el término que define lo único que esta humanidad necesita para conquistar de una vez por todas la paz y la equidad: sensibilizarse ante el otro y sus necesidades.

María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.
María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.

“¡Me niego a ser cómplice!”, aún sentencia en mi memoria la voz caribe de gladiadora glamorosa de Arlena Hoyos, en uso de la autoridad de su corazón. Uno que se alimentó de abrazos bajo el sol que la bañaba desde su cama en el barrio moderno más lujoso de la heroica: Santa Cruz de Castillogrande, hasta justo enfrente, a un kilómetro y medio de mar donde la pobreza absoluta contrapuntea el más bello paisaje: la isla de Tierrabomba.

Presidenta y creadora de la Fundación Dones de Misericordia, Arlena deja varias obras en Cartagena y su zona insular, así como en el aledaño municipio de Turbaco, que dan protección y apoyo a niños, jóvenes y ancianos vulnerables, teniendo como directrices mayores el autorrespeto y la dignidad, representadas en: escolarización, educación ambiental y apoyo extracurricular de primera infancia a secundaria; alimentación, albergue y vestuario para niños y ancianos abandonados y/o en peligro de violencia. Además de recreación y apoyo psicosocial. Todo liderado por su visión de cambiar el juzgar por el comprender, el criticar por el resolver, el miedo por la acción, la lágrima por la sonrisa, el sufrir por el creer…

“La gente cree que yo los alimento a ellos, y son ellos los que me alimentan a mí. El sufrimiento más grande de mi vida ha sido estar lejos de los niños y los abuelitos, de sus abrazos y su cariño… ¡Yo los necesito!”, decía.

Arlena era uno de esos seres con una capacidad natural para sacar una carcajada, un humor que a veces llegaba a una ironía escalofriante, quizá porque no tomarse en serio algunas cosas era lo que la hacía avanzar más allá de lo que se creía posible… No se veía a sí misma como una mecenas, de hecho, declaraba que antes de su diagnóstico prefería no ser entrevistada, pues, como expresaba en desparpajo: “Yo no vendo pobreza”, pero las circunstancias y el Club Rotario Cartagena de Indias que la postuló como la mujer Cafam Bolívar 2022 la hicieron caer en cuenta de la importancia de contar su historia para hacer permanecer su causa, razón por la cual publico estas palabras, cada una de ellas dedicadas a confirmar públicamente el poder de un ser que comprometió su existencia a hacer de Cartagena y Turbaco un lugar mejor. Lea: Dones de Misericordia: un lugar para las segundas oportunidades

María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.
María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.

La niña que motivó el inicio de sus labores en la Isla de Tierrabomba hoy tiene veintitantos, está ad-portas de finalizar sus estudios universitarios y su expresión da fe de que el amor lo puede todo. Incluso, sanar las heridas que le infringieron antes de cumplir cinco años. Arlena la conoció en su oficina, por los azares que a veces hacen dialogar lo siniestro con la suerte. Su mirada la cautivó y la llevó a aquella isla tan cercana de su casa como lejana a sus privilegios. Vio de frente el horror de lo que la pequeña sufría, símbolo de otra cantidad de niños violentados sexualmente, y lo que es peor, revictimizados por la justicia y su síndrome del vencimiento de términos. Arlena se casó entonces con la idea de hacer algo, de llevar lo que parecía tan lejano: oportunidades. Y desde entonces su alma no abandonó la lucha por procurar un mejor futuro para los menores de Tierrabomba.

Despertaba a las 5:30 a. m., como lo hacía desde que estudiaba derecho en la Universidad Externado de Colombia. Miraba a su lado: ahí estaba Luis Fernando Mejía, su esposo, su cómplice mayor. Quien, como ella, cree en la importancia de preservar la familia. Mirada que, confiamos hoy, se haga eterna en la Fundación Dones de Misericordia tal cual lo soñó Arlena, entrenando seres como Daniela Martínez Cure, que también tiene el alma comprometida con esta causa.

Con un estilo inconfundible, una esbelta figura, gracia para lucir cualquier prenda y sofisticada lucidez para escoger muchas de ellas, se ganó a pulso el remoquete que le pusieron un grupo de sus amigas: “Sor Teresa vestida de Chanel”. Capaz de montarse en un mototaxi con un vestido de fiesta para apoyar la idea creativa de su amiga la fotógrafa María Paulina Lleras, entre otras escenas, andar con ella un solo día podía resultar con frecuencia una experiencia de estirpe cinematográfica.

María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.
María Paulina Lleras fotografió a Arlena Hoyos para la Colección Proyecto Esperanza.

Fue feliz, y eso lo sabemos sobre todo quienes vimos su cara el día que más disfrutaba: cuando los niños iban a jugar con los adultos mayores en los espacios que la Fundación Dones de Misericordia tiene en Turbaco. Un intercambio de conocimientos e inquietudes que añadió a su álbum mental y al de su equipo, otra razón para no desistir.

Evitó siempre la crítica institucional, no se asumió nunca como un remplazo de la misión de nadie, cumplió con las que hizo suyas, usando el pecunio familiar, préstamos personales, convenios con el Bienestar Familiar y uno fluctuante con la Alcaldía de Cartagena, amén de la generosidad de amigos y empresarios, para sumar en la vida de familias que tienen tantas generaciones de carencias que creen no merecer, irónicamente, en la ciudad más deseada de Colombia.

Nació y creció en una familia amorosa, única mujer entre cinco hermanos, tuvo claro qué es ser amada, por ello con frecuencia se sintió culpable por quitar tiempo a quienes más la amaban por estar en función de muchas otras personas, sobre todo en los días cuando en una paz conmovedora nos hizo conscientes de que podría estar cerca el final. Esa era su naturaleza, una amazona de causas nobles, armada con una sonrisa que hacía pasar por alto su reconocida impuntualidad, de generosidad a manos llenas y un singular modo de dar consejos. Una forma de vida y de amar, extravagante y audaz, firmada con una frase que hoy es lección, rezo y cometido para Cartagena, su amada ciudad: “Si yo cambio, todo cambia”.

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