“¿Marica?, ¿qué es ser marica?”. “¿Era afeminado, homosexual o falto de coraje?”, se cuestionaba, teniendo en cuenta las definiciones de esa palabra que encontraba en libros y enciclopedias de finales de los 80.
“¡Definitivamente no era un cobarde!”. Apenas rondaba los 16 abriles cuando sintió que estaba fuera de lugar y que debía encontrar su destino. Los gritos de su padre no paraban, él lo acusaba de deshonrar a la familia cada vez que llegaba borracho a la casa. Su madre lo acogía con amor y le pedía que cambiara, invitándolo a visitar su iglesia para encontrar esa “masculinidad” que le “reclamaba la sociedad”.
Un día, “sin contar hasta tres”, tomó un bolso viejo, se marchó de casa y emprendió su viaje personal, decidido a encontrarse consigo mismo. No se sentía afeminado, tampoco homosexual. Entonces descubrió que lo que lo hacía sentir bien eran las faldas, el rubor y el cabello largo. Se sentía mujer y nadie en el mundo podía quitarle ese derecho. Había encontrado su libertad. Comenzó un tratamiento hormonal y su cuerpo empezó a cambiar: las facciones de su rostro se hicieron más delicadas, los músculos de los brazos y hombros empezaron a notarse mucho menos, y unos senos incipientes aparecieron. Lea: Modelos webcam en Cartagena: la vida detrás de un aro de luz
Se puso tacones, recorrió las penumbras estridentes de aquel pueblo del norte de Bolívar y entre algunos bares de mala muerte pudo encontrarse: era la reina de la noche, ahora era Melanie.
Pero poco tiempo pasaría para volver a escuchar esa palabra que había marcado su vida y que esta vez suponía un inminente riesgo de muerte.
“Aquí en el pueblo no queremos a los maricas”, fue el recado que le mandaron. Creyó que aquel mensaje del grupo armado ilegal que azotaba la zona no pasaría de una amenaza, hasta que varios sujetos la sorprendieron a medianoche en una esquina y la golpearon. Se desmayó y cuando recobró la conciencia estaba en un potrero, con la ropa vuelta harapos y hematomas por todos lados. Casi no podía caminar. También la habían sometido a todo tipo de vejámenes sexuales.
Como pudo, salió del lugar, mientras las voces y risas de aquellos desconocidos atronaban en medio de la maleza. El miedo la invadía y tras reponerse al episodio, huyó a la capital del país. El viento helado de Bogotá era más crudo durante las noches y el hambre era como ir en caída libre en un foso oscuro y sin fin.
El tiempo fue pasando y una cosa llevó a la otra. Cuando se dio cuenta, se había deslizado por laberintos nocturnos llenos de luces de neón, mezclados con olor a orines, drogas y éxtasis; un mundo desolado y sórdido, en el que podía ser quien quisiera: Melanie, Sol, Katiuska, Estrella, Madona… con cualquiera de los nombres podía ‘ser’ y envolver a quienes llegaban a su regazo en busca de placer a cambio de unos cuantos pesos.
A las calles de Cartagena
Sus faldas la ataban a la capital, pero las raíces las llevaba entrelazadas a las venas y le “apretaban fuerte”. Por eso, un par de lustros después, regresó a su región. Arribó a un lugar cercano a su pueblo natal, pero se sintió juzgada y muchas veces apartada. El panorama era peor que en la capital y entonces decidió colgar las faldas de día para “vestirse de hombre” nuevamente.

Sin embargo, en las noches volvía a sentirse a plenitud. Sacaba sus faldas, sus maquillajes y se soltaba el cabello. Fue así como llegó a Cartagena, donde rondaba los bajos de la Torre del Reloj y las esquinas cercanas, en el Centro Histórico, buscando clientes de sus servicios sexuales. Dice que allí le tocaba “sobrevivir como fuera”. “Con las otras chicas trans no encontré compañerismo, en ese sector todo el mundo tira para su lado”, cuenta. Por ello, dejó ese sitio y sus noches pasaron a los andenes de la vía La Cordialidad, en inmediaciones de la Terminal de Transportes. Vea: Video: las restricciones de la Alcaldía para mejorar el orden público en el Centro
La calle es dura. Relata que allí no tuvo problemas con las otras mujeres trans que buscan clientes para sus servicios sexuales, pero sí presenció peleas entre algunas de ellas. Por eso, reconoce que siempre guarda un navaja, “pa’ que la libre de todo mal”. “A una le toca estar armada, pero es por las mismas situaciones a las que uno se enfrenta en la calle. Hay veces que algunas personas nos quieren agredir sin razones, simplemente por nuestra condición. También hay clientes que se ponen agresivos y quieren agredirnos para no pagarnos el servicio”, explica.
Pero sus escenarios en Cartagena no solo han sido La Cordialidad y el Centro Histórico. También ha caminado los andenes del Corredor de Carga, en El Bosque, cerca del sector Las Estibas, lugar que en las noches se ha vuelto una zona habitual para algunas mujeres que se prostituyen.
También ha encontrado lugar en algunos bares y discotecas. Espera la medianoche, cuando sus clientes están más desinhibidos por el licor, y así acceden más fácilmente a sus servicios.
Melanie ahora se prostituye ocasionalmente, en los puntos “donde le provoca”, pues regresó a su pueblo y trabaja en un salón de belleza. Lamenta que su padre nunca la haya entendido y perdió contacto con él. “Mi madre, que en paz descanse, me amaba tal como soy. Aún no me repongo de su pérdida. Ella siempre me decía: ‘Mijito, respete para que lo respeten’”, cuenta con la voz entrecortada.
Y es que su modo de vida la expone a muchas cosas. “Tengo que reconocer que, por todo lo que he pasado, tengo miedo al rechazo de la gente. Siempre he tenido ese miedo, pero la gente debe entender que nosotras somos como cualquier persona; necesitamos nuestros espacios, a veces llegamos y nos hacen caras raras. Nos hacen sentir incómodas, pero uno tiene que seguir adelante y ser fuerte. Mi mensaje es que se tienen que respetar nuestros derechos, porque muchas veces hasta las autoridades nos irrespetan y nos tratan mal. Solo quiero mi libertad”.
Prostitución en el Corredor de Carga
Son varias las mujeres que ofrecen servicios sexuales en los andenes y esquinas del Corredor de Carga, en el barrio El Bosque. Algunas visten blusas y faldas, otras solo usan ropa interior. Allí esperan que las aborden conductores, ejerciendo el que muchos catalogan como el “oficio más antiguo del mundo”.
Sin embargo, no solo sucede en el Corredor de Carga. Lugares como la Terminal de Transportes, el barrio Olaya Herrera o el Centro Histórico son frecuentados por mujeres que ejercen la prostitución.
Algunas lo hacen para subsistir. Otras, porque les agrada la práctica. Ciertos sectores critican este oficio, pero lo cierto es que el trabajo sexual en Colombia no es un delito. El ordenamiento jurídico colombiano es permisivo hacia el ejercicio del trabajo sexual, y así lo establecen sentencias de la Corte Constitucional, que ante las omisiones del Congreso han creado las condiciones para el respeto hacia los derechos fundamentales de las personas que ejercen el trabajo sexual.
Wilson Castañeda, abogado y representante de la organización Caribe Afirmativo, conversó acerca de este tema con El Universal.
El abogado se refirió a la labor de la Corte Constitucional para garantizar los derechos fundamentales de las trabajadoras sexuales. “El trabajo sexual en Colombia no es un delito siempre y cuando las personas lo hagan con base en su libertad y su voluntad y sean mayores de edad, pero la Corte también ha sido consciente de que en Colombia las personas que se dedican al trabajo sexual tienen altísimo riesgo frente a expresiones de violencia”. Existen delitos para terceros relacionados con el trabajo sexual, pero no hacia quien lo ejerce. Se criminaliza a terceros por los delitos de inducción a la prostitución, constreñimiento a la prostitución y trata de personas. La inducción se realiza por medio de la persuasión, engaños o estímulos hacia la persona, mientras que el constreñimiento cuenta con un componente de violencia. Es por ese motivo que, a pesar de que muchos gobiernos han perseguido a la población que ejerce el trabajo sexual, no pueden castigar debido a que la legislación no lo contempla. Castañeda también hizo referencia al término “prostituta” como un factor de riesgo, “debido a que degrada el trabajo sexual y pone en riesgo a las trabajadoras sexuales”. Lea: Turismo sexual, una batalla de medio siglo que aún libra Cartagena
El jurista dio a conocer su postura frente a la posibilidad de la regularización y los ejes sobre los que debe fundamentarse. “Si hablamos de regularización, tiene que ver con crear espacios formativos y de empoderamiento para que se reconozcan los derechos de las trabajadoras sexuales. También tiene que ver con los lugares donde se ejerce el trabajo sexual; la Corte ha sido enfática en que las prácticas sexuales no pueden ser en el espacio público, eso aplica para cualquier colombiano; sin embargo, en el espacio público se puede dar la transacción”.
Piden protección
Castañeda también hizo fuertes críticas al establecimiento. “El Estado no está protegiendo a las trabajadoras sexuales, no les está importando sus vidas. Las está criminalizando, invisibilizando y las está tratando como si fueran sujetos de menor dignidad. Pero todo eso tiene que ver con la ausencia de legislación por parte del Congreso. Debe fomentarse el acceso a opciones académicas y laborales, para que quienes estén en el trabajo sexual no lo hagan por descarte o porque no había otra opción, sino porque fue una decisión libre y voluntaria”.
Referente a la operación Titán 24 que se viene ejecutando en Cartagena desde comienzos de año con el fin de brindarle seguridad a la ciudad, Castañeda dijo que si bien entiende el propósito, señala que habría una persecución. “Las mujeres pueden ocupar el Centro Histórico y realizar sus transacciones como cualquier ciudadano, sin ser perseguidas. Un motivo para que el Titán 24 pusiera su atención en el trabajo sexual es porque en ciudades como Cartagena el trabajo sexual se convierte en trata de personas. Ya no hay libertad y voluntad de la persona para ejercer el trabajo sexual, sino que hay una presión y un sometimiento de alguien que está controlando su cuerpo, pero hay que perseguir a los tratantes, que suelen ser redes internacionales, con operaciones, pero no se puede prohibir el trabajo sexual porque eso es inconstitucional”. Le puede interesar: Video: El Plan Titán en Cartagena promueve restricciones en el Centro Histórico
Muchas críticas hacia las mujeres trans que se paran en las calles tienen que ver con que usan poca ropa, o muy corta, y que algunas incluso dejan ver partes como los senos. Ante esto, Castañeda explicó que exhibicionismo, para la Corte Constitucional, se entiende como el uso del espacio público dentro del cual se descubren las partes íntimas, buscando llamar la atención de los otros. “Eso está prohibido para todas las personas, no solo para las trabajadoras sexuales. Está sancionado por el Código Nacional de Policía; sin embargo, si entendemos como exhibicionismo que las personas se pongan cierto tipo de prendas que las hacen ver más descubiertas, pero ocultan las partes íntimas, eso no es exhibicionismo”.
Es importante señalar que la Corte Suprema de Justicia, por medio de su Sala Penal, ha tenido que referirse al exhibicionismo, como en la Sentencia SP2894-2020. En aquella ocasión decidieron un recurso interpuesto por un ciudadano que fue condenado por mostrar los genitales a tres menores en vía pública.
La Corte decidió absolverlo debido a que el exhibicionismo es una infracción de carácter policiva, pues solo es delito cuando se realiza con tintes o intenciones sexuales, lo que implica que una persona que muestre sus partes íntimas al público se somete a las sanciones del artículo 33 del Código de Policía. “Existe demasiado moralismo. Cuando una trabajadora sexual usa determinada ropa, muy ajustada o muy corta, pero no devela sus partes íntimas, la sancionamos como exhibicionista. Pero si una persona no trabajadora sexual usa prendas parecidas no hacemos ninguna tacha. Eso tiene que ver con los prejuicios y los estigmas que hay frente al trabajo sexual. Hay que educar a la ciudadanía”, afirmó el jurista.
Finalmente, Castañeda se refirió a los esfuerzos que desde ciertos sectores del Congreso se están realizando para regular el trabajo sexual. “El Congreso de la República tiene un proyecto de ley que empezó en la anterior legislatura y va a pasar a la presente, donde precisamente se propone crear unas normas para regularizar el trabajo sexual, no para prohibir o sancionar, sino para garantizar que quienes se dedican a esta labor sean mayores de edad, lo hagan libremente y tengan las condiciones para hacerlo”.
Acciones del Distrito
Respecto a los controles que se realizan en Cartagena por el trabajo sexual, el Distrito indicó: “Constantemente trabajamos para hacer cumplir el Decreto 003, que establece una restricción para ejercer el trabajo sexual en el Centro Histórico. Así mismo, con el apoyo del Titán 24 hacemos una vigilancia permanente para prevenir la trata de personas y la explotación de menores de edad. Es cierto que el trabajo sexual está permitido por la ley, pero en Cartagena en algunas zonas se prohíbe. Estas medidas nos han permitido que en la zona corregimental de la ciudad hayamos rescatado menores. Personas de la comunidad LGBTIQ+ tienen libertad de ejercer el trabajo sexual en cualquier sitio permitido, no hemos vulnerado sus derechos y por el contrario, hemos realizado campañas de socialización, protección y salud en el Centro Histórico, esto para garantizar sus derechos y conminarlas a que lo ejerzan con los cuidados requeridos, pero reiteramos que en el Centro Histórico se prohíbe esta actividad. Con miembros de esta comunidad hemos tenido la oportunidad de conversar y generalmente solicitan protección y oportunidades de empleo. Con la convocatoria ‘Crece Cartagena’ se beneficiarán personas de esta comunidad”. Lea: Cartagena implementa Plan Titán 24 para recuperar el orden en el Centro Histórico
Y añadieron: “Pese a la resistencia de dicha población a hacer parte de nuestros programas de apoyo integral, desde la Oficina de Asuntos de la Mujer y la Equidad de Género realizamos jornadas junto a la ESE Cartagena de Indias, de sensibilización, aplicación de pruebas de VIH y mecanismos para la prevención de enfermedades de transmisión sexual. Además, hemos hecho dos mesas de conversación para invitarlas a ingresar al mercado laboral formal o para que se interesen en emprendimientos y actividades económicas más dignas. Como resultado de estos espacios, ya una de ellas está trabajando con una empresa privada. Seguimos fortaleciendo nuestros canales para ayudarlas con oportunidades laborales en el sector privado. En esa línea, tenemos un programa de talleres de automaquillaje. En el más reciente capacitamos a 40 personas trans”.