Levantarse todos los días sabiendo que en sus manos puede estar la vida de una persona, y también la suya, no solo hace que Yorlandis Núñez Barrios sea consciente de la responsabilidad de su labor, sino que hace que le apasione más.
Su lugar de trabajo no siempre es el mismo, pero su labor no cambia: tiene que enfrentarse al mar, adentrarse en él y salvar vidas. Lo hizo por primera vez cuando tenía 13 años y en ese instante supo a qué se iba a dedicar. Trabajó para lograrlo y hoy, desde hace 21 años, hace parte del Cuerpo de Salvavidas de Cartagena.
Esta mujer de risa contagiosa y crespos negros se enorgullece al decir que ella y sus más de 90 compañeros son los mejores rescatistas de Colombia. Lo dice con propiedad, luego que en este mes de mayo ganaran el Campeonato Nacional de Salvamento Acuático Deportivo, que se desarrolló en Cartagena: “Nos dicen que somos los mejores, y, modestia aparte, sí lo somos”.
En 2019 ya el Cuerpo de Salvavidas de Cartagena había sido reconocido nacionalmente. En esa oportunidad, demostraron sus capacidades en una competencia en Melgar. Ahora lo confirmaron; salieron victoriosos en rescate cuerpo a cuerpo, con elementos, en jet ski, en lancha. “Hay que tener paciencia”, explica. Lea: La fascinante y heroica historia tras la cuadrilonga, la bandera de Cartagena de Indias
Yorlandis se levanta muy temprano todos los días para llegar a las 7:30 de la mañana a la playa donde está de turno. A las 8 a. m. empieza su labor: mientras los turistas y cartageneros disfrutan del sol y el mar, ella se concentra en que no haya riesgos ni peligros. Camina, pita, pide que salgan del agua, que no entren, que no descuiden a los niños, que no combinen alcohol con mar. Su labor muchas veces pasa desapercibida y es menospreciada, pero cuando no está sí es extrañada.
Mientras habla con El Universal, desde una caseta de salvavidas en las playas de Bocagrande, recuerda aquellos meses, hace varios años, en que protestaba junto a compañeros por mejores condiciones laborales, cuando trabajaba esperando un sueldo que tardaba varias semanas en llegar.
Por esos días, recuerda Yorlandis, no tenía para comer o llegar a las playas, pero hacía malabares para cumplirles a los bañistas: “No me sentía bien quedándome en casa sabiendo que podía pasar algo acá. Solo un día lo hice y no pude hacerlo otra vez”, dice.
En esa época, los carperos y las decenas de vendedores que se pasean por las playas ofreciendo sus productos y servicios les pedían a ella y los demás salvavidas que no faltaran. “Nos daban para el almuerzo o el transporte con tal de que vinieramos. Decían que cuando los turistas veían que no había salvavidas preferían irse. Nos necesitaban acá”. Lea: Sí a la educación con propósito
La labor que Yorlendis hace a diario va más allá de un trabajo, no lo ve solo como su sustento, sino como su pasión. En su memoria están cientos de rescates que ha hecho y tantos momentos en los que le han agradecido por salvar una vida. Esa es su mayor satisfacción: saber que ha ayudado a que cientos de personas no hayan muerto. “No te imaginas lo que se siente salvarle la vida a una persona y que te agradezca por eso”, comenta con una sonrisa y mirada de orgullo.
Cartagenera del alma
Yorlandis nació en Puerto Escondido (Córdoba), pero cuando su mamá falleció, y ella cumplió los 20 años, decidió mudarse a Cartagena. La defiende y lucha por ella como si esta tierra la hubiera parido. Es una mujer salvavidas orgullosa, que reconoce el valor en lo que hace.
Aprendió a nadar desde muy pequeña. Vivir a orillas del mar y muy cerca del río la obligaron a saber desempeñarse con soltura en el agua. A los 13 años salvó de la muerte a una amiga que se tiró de la canoa en que iban, y la satisfacción que sintió en aquel momento la sigue acompañando en cada rescate que hace.
Y aunque eso es lo que más agradece y rescata de su valerosa labor, reconoce que lidiar con tantas personas es lo más difícil de su trabajo. “Muchas veces cuando hacemos una recomendación de no entrar al mar o de salirse, nos responden con groserías, dicen que no molestemos, que los dejemos, que ellos saben lo que hacen”, recuerda, pero de inmediato precisa que esas reacciones no la hacen bajar la guardia, y permanece, como siempre: vigilante.
Yorlandis no espera el reconocimiento de cada bañista que llega a disfrutar las playas o el saludo de los que se pasean frente a la caseta desde donde está atenta, solo espera que cuando una emergencia se presente ella pueda correr rápidamente, nadar contra la corriente y evitar la pérdida de una vida. Eso es lo que pide y quiere seguir haciendo: estar al servicio de Cartagena y demostrar que en la ciudad están los mejores salvavidas de Colombia.