Cartagena de Indias es la ciudad de los despojos. Los holandeses donaron en los años sesenta del siglo veinte el hermoso Reloj Floral en el parque del Pie del Cerro, en la carrera 17 con calle 30, que los cartageneros que tienen más de cincuenta años siguen llamando El Parque del Reloj Floral. De eso no queda ningún rastro. Solo algunas imágenes para la memoria. Lea: El Parque del Reloj Floral fue recuperado
Ese parque con su hermoso Reloj Floral sembrado de flores diminutas que se abrían con la luz del sol y se dormían en el ocaso, se convirtió en más de treinta años en uno de lo atractivos turísticos de la ciudad, allí, en una de las cuatro esquinas del entorno del Castillo de San Felipe de Barajas. Uno podía guiarse con las flores abiertas de las siete de la mañana y las flores cerradas de las seis de la tarde. Era una nomenclatura florida que los holandeses regalaron a Cartagena, como un tesoro que marcaba las horas del día y la noche, la salida del sol y el resplandor lunar, pero que la negligencia humana, la desidia ciudadana e institucional, dejaron que sucumbiera como un pobre reloj al que le fueron despojando de sus segunderos, minuteros y la aguja que señalaba la hora.
Y no solo la maquinaria del reloj sino el esplendor de sus flores de verano e invierno. En los años setenta hubo una cartilla de postales de todo el país que se llamaba Viaje por Colombia, y allí estaba la imagen del Reloj Floral lleno de campánulas amarillas, azules, blancas y rojas. En las postales de Cartagena de Indias, el Reloj Floral fue uno de los puntos estratégicos del turismo nacional e internacional. A finales del siglo veinte, ante la postración del monumento, el alcalde Carlos Díaz Redondo propuso rehacer en su mismo ámbito el Reloj Solar, que, en aquellos años, costó cien millones de pesos, y al igual que el anterior Reloj Floral, habitantes de calle, gamines y amigos de lo ajeno, fueron despojándolo de los metales del reloj circular, una banca que acompañaba esta obra, hasta despojarlo sin que quedara sombra del reloj.

En medio del adoquinado quebrado por los usos de la indigencia, los habitantes de calle que convirtieron el parque en dormitorio y los drogadictos en espacio para consumo público de drogas, el parque fue sucumbiendo a la sobrevivencia del comercio informal y la falta de mantenimiento. Lea: ¡Qué triste! Al parque Reloj Solar le robaron hasta los números
En 2015 el consorcio Pacaribe y El Universal apadrinaron el parque e invirtieron 60 millones de pesos en ornamentación y embellecimiento de este pulmón privilegiado de Cartagena. En pocos años, los habitantes de calle se robaron el cableado eléctrico para venderlo como chatarra, y se robaron las plantas sembradas del programa de ornamentación, despojaron los bronces del nombre del edificio Santa Teresita, y a falta de vigilancia y mantenimiento, el parque dejó de ser floral y solar, y sus mesas de concreto para jugar ajedrez, quedaron a merced del azar, el albedrío de un alfil derrotado y a la topa tolondra.
Una historia desconocida
Muchos de los viejos habitantes del Pie del Cerro vinieron de otros puntos cardinales de las sabanas de Sucre, Córdoba y el Bolívar Grande, como los antepasados de Dagoberto Macías Valdelamar, comerciante y empresario, que vino de San Bernardo del Viento, y ha sido testigo cercano de la historia de este parque de la ciudad, desde mucho antes de que los holandeses donaran ese reloj floral a esta capital. Está allí desde mucho antes de que a un vecino docente se le ocurriera sembrar la enorme bonga que ahora acoge a los pájaros que viajan al atardecer a las islas del Caribe, y son ya otra forma de la nomenclatura sensorial de la ciudad: cuando el cielo se llena de bandada de cotorras es que son las cinco de la tarde.
El padre de Dagoberto, Eusebio Macías Ramírez, era agricultor y ganadero, y viajaba a San Blas y a Colón en barcazas de madera vendiendo coco y plátano. El padre llegó abriendo trocha en medio de la manigua y los manglares en el caño, para erigir un destino comercial, empresarial y profesional que aún no cesa en la estirpe de Dagoberto y sus seis hijos. Dagoberto Macías fue durante diez años vendedor ambulante y estacionario en la ciudad y vendedor en el viejo mercado público de Getsemaní, ocho años como promotor de boxeo con “32 boxeadores en mi cuerda”, diez años como promotor musical e impulsador de la caseta La Matecaña, y Concejal de Cartagena entre 1988 a 1994.
Macías nació el 2 de febrero de 1953, y fue el único cartagenero que no se enfermó de nada y no usó tapabocas durante la pandemia y se mantuvo al pie de sus negocios frente al viejo Parque del Reloj Floral y Solar. Aún hay mucho por hacer, restaurar, mejorar, embellecer, cuidar, mantener y transformar, pese al panorama vivido. No solo en el parque sino en todo su entorno humano. Eso siente y cree él, junto a viejos y nuevos vecinos de ese sector de Cartagena, y reclama de la nueva administración la recuperación ambiental, social y cultural de este punto estratégico de la ciudad, con nuevos aliados en el sector privado y público, multiplicando el sentido de pertenencia y orgullo de la cartageneidad.
Nuevos padrinos, mecenas y filántropos surgirán en Cartagena, si entre todos, sin distintos de clase social, aportemos con contagiosa armonía, un grano de arena de voluntad y amor por la recuperación de este parque de la ciudad. Para que las horas del reloj giren otra vez a la luz de las flores que se abren y se duerman sus colores a la luz del atardecer.