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Cartagena

Espalda recta y sin mirar abajo: así eran las clases de mecanografía del colegio

Décadas atrás, los cartageneros aprendieron a colocar los dedos en la tecla adecuada, y a utilizar esta técnica sin tener que mirar el teclado.

Espalda recta y sin mirar abajo: así eran las clases de mecanografía del colegio

Máquina de escribir. // Foto: ilustración

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Años atrás, para muchos resultaba placentero escribir y escuchar el sonido de una máquina. En los colegios había clases de mecanografía, y eran una parte fundamental de la educación, especialmente en la era pre-digital. Estas clases se centraban en enseñar a los estudiantes la habilidad esencial de escribir en una máquina de escribir de manera rápida y precisa.

Escudriñamos el baúl de los recuerdos porque hoy es “throwback thursday” (TBT), que en español traduce “jueves de regreso” o “jueves de antaño”. Este día es usado para hacer referencia a los acontecimientos de antaño y que muchos quieren revivir en sus redes. La semana pasada te contamos sobre el Festival de Música del Caribe. Lea también: Festival de Música del Caribe: fotos inolvidables de aquella época en Cartagena

La mecanografía era considerada una destreza invaluable, ya que no solo preparó a los estudiantes cartageneros para futuros trabajos de oficina, sino que también les proporcionó una herramienta esencial para la comunicación escrita en un mundo cada vez más orientado hacia la administración y la correspondencia formal.

“Estudiar mecanografía fue un reto, o es un reto aún, porque tenía uno que aprenderse el teclado de memoria, no lo podía uno ni siquiera ver. Tocaba sentarse con la espalda recta en la silla, no podías mirar el teclado, es decir, las letras uno debía aprendérselas con las manos, los signos de puntuación también. Al principio nos enseñaban lo básico que eran los dictados”, contó Carlina García Castro a El Universal.

En estas clases, los estudiantes se sentaban frente a maquinas de escribir, generalmente maquinas mecanicas, y seguían un plan de estudios estructurado. Aprendieron a colocar sus dedos en las teclas adecuadas ya utilizar la técnica de mecanografía de “tocar-tipo” sin tener que mirar el teclado. Se practicaban ejercicios repetitivos para aumentar la velocidad y la precisión, y los estudiantes también estudiaban la disposición de teclado QWERTY, que se ha mantenido como estándar en la mayoría de los dispositivos de escritura hasta hoy.

“Eran tan estrictos lo colegios, que uno no podía sentarse como le diera la gana. Había que medir los límites de la hoja, por eso había que estar pendiente cuando la cinta se trababa. Pero en general era bien bonito eso, porque uno no se deleitaba escribiendo, oyendo el sonido de las teclas, sobre todo la espaciadora que sonaba diferente. Era un placer darle vueltas al rodillo para ir corriendo las hojas y sentir la destreza que se tenía con el arte de escribir en mecanografía”, relató García Castro. Lea también: Fotos que te aguarán el ojo si estudiaste en Cartagena en los 2000

Cambió la forma de trabajar

Periodistas de El Universal, cuentan a través de una entrevista cómo fue ese agresivo cambio al momento de reemplazar aquella metodología y pasar a la era digital con los computadores.

A continuación, el video:

Estas clases en los colegios de décadas pasadas eran un pilar educativo crucial que proporcionaba a los estudiantes habilidades prácticas para la comunicación escrita y la productividad laboral. Estas clases se centraban en enseñar a los estudiantes la técnica de mecanografía, la disposición del teclado y la capacidad de escribir de manera eficiente en máquinas de escribir, preparándolos para una variedad de roles profesionales que requerían comunicación escrita y documentación precisa.

¿Aún las utilizan?

Las máquinas de escribir no es que estén desterradas del todo. De hecho, en el Centro Histórico, justo en el Parque de las Flores, aún se sientan algunos expertos de este arte para redactar desde cartas, hasta denuncias y documentos, cobrando desde $8.000 hasta $400.0000.

“La gente cree que uno solo escribe dictados, y en realidad es un esfuerzo mental impresionante. Mi papá tiene 30 años trabajando en el Parque de las Flores. El se pone ahí desde las 7 de la mañana, y no lo desconcentra ni el ruido del Transcaribe. Los encargos que piden son cartas de denuncias, tutelas, llenar formularios, y una que otra vez llegan hombres para que les redacten cartas románticas, ellos dicen que quieren que tenga ese toque antiguo. Hay gente que da la información, pero la mayoría de las veces sale de nuestras cabezas”, contó uno de los trabajadores del lugar a El Universal.

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