Aunque no hay un consenso general sobre en qué momento un ser humano aplicó por primera vez la acupuntura, práctica de sanación milenaria que datan 5 mil años antes de Cristo. Lo que sí se puede aseverar es que en ningún momento los chinos que comenzaron a tratar el dolor con agujas, llegaran a imaginar que hoy el término se use en ámbitos como el urbanismo, la arquitectura y la política.
El arquitecto y urbanista Jaime Lerner, tres veces alcalde de Curitiba, en Brasil, fue quien introdujo el concepto, relacionado con intervenciones de regeneración urbana para tener un impacto transformador y revitalizador en sectores rezagados o abandonados. De esos que pululan en las barriadas como La Quinta, uno de los barrios más antiguos de Cartagena, ubicado en la Localidad 2.
En La Quinta, la mayoría de viviendas se agarran al cerro de La Popa como un niño a la falda de su mamá, por lo que abundan los deslizamientos de tierra. Los terrenos enmontados obligan a la gente a sacar pantorrilla para llegar a sus casas, así que uno de sus lugares céntricos es una escalera ubicada en la calle de Las Flores, que desde hace pocos días dejó de ser gris y ahora es tan colorida como una tela floral de las que venden en William Chams.
La nueva faceta de las escaleras, definida como un ejercicio de acupuntura urbana por el candidato a la Gobernación, Yamilito Arana, quien lideró la intervención, fue tomada con alegría y gratitud por los residentes del barrio. “Es un buen logro para nosotros porque embellece el entorno y, así, los niños aprenden a cuidar lo suyo y se inspiran bajo conceptos de cultura, arte y diversión“, expresó Jonathan Bustamante, habitante de La Quinta.
Si bien este tipo de transformaciones urbanas y culturales han significado un antes y después en sectores de Getsemaní; en Usiacurí, en el Atlántico; y en la Comuna 13 de Medellín, barrio alguna vez catalogado como el barrio más cruento de la otrora ciudad más peligrosa del mundo, aún se ven con recelo si no se aplican con intervenciones verdaderamente estructurales en lo social y en lo económico que satisfagan las necesidades básicas insatisfechas de los que habitan a su alrededor. Vamos, que no solo sea pintura y turismo superficial, sino un plan integral que interconecte todas las estrategias necesarias para que la gente deje de “estar en la olla”.
“No es oportunismo electoral”
Yamilito Arana asegura que las escaleras no usaron galones de pintura política, sino que se trató de un ejercicio para visibilizar un “rincón olvidado” de la ciudad. “No se trata solo de arte, color y embellecimiento, sino contar una historia de abandono estatal. A mí no me incomoda todo el debate provocado porque es precisamente lo que se busca: que los barrios reclamen mucho más que una escalera pintada. La acupuntura urbana solo adquiere sentido cuando se complementa con la puesta en marcha de sistemas de integrados de transporte público, con proyectos sociales y con estrategias para impulsar el turismo, la seguridad y los emprendimientos de todo tipo en el sector. Toda una real reconstrucción del tejido social”, expuso.

Y resaltó: “No se trata de oportunismo electoral, sino de un llamado amable y artístico, alejado de las peleas y controversias de la política local, para denotar el abandono gubernamental en muchos barrios. Visibilizar, como primer ejercicio, y luego impulsar las necesarias oportunidades laborales y educativas alrededor de la intervención. Esa es la apuesta que no solo deben tener lo los candidatos y políticos, sino la ciudad y el departamento, en general; pues la idea es que el empoderamiento turístico y social sea liderado por las comunidades mismas, sus rincones, su gastronomía, sus personas y sus historias como plataformas hacia el desarrollo. Un progreso que debe salir de las murallas y de las playas para extenderse por todo el territorio”.
“Es inconveniente el uso proselitista”
Aunque Arana aseveró que no ofreció escalones florales a cambio de votos, sino “despertar y despertar la cohesión social”, para Laura Romero de la Rosa, comunicadora y gestora cultural, “sin entrar a criticar por criticar este tipo de intervenciones”, en Cartagena hay problemas graves, estructurales y sistémicos que ameritan soluciones integrales. “Soluciones más macro que poner letras o pintar casas, más cuando quieran vender esto como una transformación social y con fines proselitistas”, puntualizó.

Para Romero, el entendimiento del desarrollo social, económico y turístico en Cartagena se ha construido con elementos incongruentes con el contexto y la verdadera realidad. “Son situaciones ligadas al legado colonial y a una historia implacable de desigualdad que propiciaron esa narrativa de que el turismo es el sector que mueve a la ciudad y el que genera ganancias, cuando múltiples investigaciones han concluido que es la industria que menos le aporta en términos económicos a Cartagena”, explicó la gestora.
Laura Romero, sin suscribirse en contravía de la acupuntura urbana, recomienda que estas intervenciones vayan conectadas con verdaderas transformaciones estructurales que requiere “una sociedad tan desigual como la nuestra”. “Esto va más allá de pintar murales o volver coloridos unos callejones, sino que requiere políticas públicas que vayan más allá del discurso. Se necesita una alianza, un verdadero trabajo conjunto de diversos sectores privados y públicos, con compromisos reales y medibles, en pro de la defensa de derechos de los más vulnerables”, indicó.
La gestora social agrega que esta sinergia multidisciplinaria y horizontal por Cartagena debe trascender de los egos políticos y de los periodos de gobierno, cambiantes cada cuatro años, para convertirse en un compromiso colectivo que vaya más allá de las campañas políticas, y así convertirse en una hoja de ruta de ciudad que responda a las necesidades reales de la gente, con clave de género, de raza y de inclusión social. “Solo así las propuestas tendrán trasfondo más allá de fines electorales, más allá de meras promesas al aire”, invitó Romero.

