Fortalecer la educación en primera infancia para superar la pobreza. Esa es la estrategia bajo la cual hoy 482 niños del barrio Olaya Herrera, entre 0 y 5 años, están aprendiendo y descubriendo sus habilidades con el fin de prepararse para entrar al colegio. Ese, al fin y al cabo, es el sueño que tienen cada una de sus familias: que puedan estudiar para salir adelante y así poder realizar su proyecto de vida.
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Y es que crecer en este sector no es fácil. Olaya es uno de los barrios de la ciudad que concentra gran parte de la población en pobreza extrema de Cartagena y así mismo uno de los más estigmatizados por cuenta de la inseguridad. Es por eso, que desde la Fundación Granitos de Paz le apuestan a cambiar esa realidad, poniendo el foco en aquellos donde reside la esperanza de un mejor futuro: los niños.
Franklin Elles, coordinador general del Centro de Aprendizaje de Granitos de Paz, ubicado en la calle El Tancón, en Olaya, cuenta que la educación en los primeros cinco años de vida es fundamental para el desarrollo humano, pues es a partir de ella que el niño podrá cimentar su futuro.

“Entendimos que si fortalecemos la educación desde la primera infancia vamos a impactar y dejar unas bases a los niños desde muy temprana edad para que puedan tomar buenas decisiones. También es necesario hacer un trabajo psicosocial con los padres para que todas esas bases se conserven y ellos puedan acceder a la educación: que no se queden en pandillas, microtráfico o prostitución sino que vayan mucho más allá y vean que pueden generar sus ingresos, tener su proyecto de vida y ser felices”, cuenta.

Este Centro de Desarrollo Infantil (CDI) está adscrito al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y precisamente busca mejorar la calidad de vida de estos menores. “El objetivo es garantizar los derechos de la niñez: educación, nutrición, salud, recreación y todo el acompañamiento psicosocial que necesitan para que los padres continúen con la educación en casa”, resalta Elles.
Es así, que durante su estancia en el CDI los niños fortalecen su desarrollo cognitivo a través diferentes actividades pedagógicas basadas en el arte, la literatura y la exploración del medio. Además de esto, conforme a sus gustos y capacidades, también reciben educación física, clases de música, danza y también se apoyan en el uso de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación).

Nutrición, vital
Es común que muchos niños del sector lleguen al CDI en condiciones de malnutrición. Este fue el caso de Maikaira, una niña de un año y ocho meses que entró con bajo peso. “Ella no comía y fue un proceso duro porque yo trabajo para sostener a mi familia. Aquí la examinaron y la ayudaron en su proceso, he visto una evolución”, cuenta Naila Tang, madre de la menor.
La nutricionista del CDI, Elizabeth Mendoza, explica que a comienzos de este 2023, alrededor del 28% de los niños tenían condiciones de malnutrición, ya sea por déficit o aumento de peso y a corte de junio este porcentaje ha podido disminuir al 18%.

De hecho, se evidenció que a principios de año solo el 35% de los niños consumía frutas y verduras, mientras que ahora se trata del 60%.
“Creamos una cartilla educativa donde se encuentran las diferentes estrategias que se deben realizar para aumentar el consumo de frutas y verduras en la población infantil. Además logramos implementar la cartilla junto con los padres de familia”, explicó.
Y es que el rol de los padres es fundamental, pues si bien gran parte del tiempo los niños están en el CDI, el objetivo es que todas estas prácticas se logren afianzar en casa.
Un lugar para todos
Otro aspecto que se ha consolidado en el CDI es la inclusión, que ha permitido a niños con necesidades especiales integrarse con sus compañeros y tener el mismo acceso a la educación. Gladys Arzuza cuenta que su hija estuvo cuatro años desescolarizada precisamente por el temor que tenía de dejar a su hija sola en una institución, dado que fue diagnosticada con un trastorno del habla. Sin embargo, al entrar a Granitos de Paz y recibir la articulación con otras instituciones como Aluna pudo comenzar a notar mejoras en su hija.
“He visto una independencia increíble de mi hija, interactúa mucho más con los niños y fue mucho mejor de lo que esperaba porque yo sentía que mi hija tenía que ir a centros especiales por su trastorno, pero aquí es una niña más”, cuenta.

Yasneidis Ospino, psicóloga de la institución cuenta que actualmente hay 11 niños en el CDI con condiciones especiales: seis ya tienen diagnósticos específicos y cinco están en proceso. Para esto también capacitan a los docentes para que sepan qué estrategias implementar.
Entre los niños con diagnóstico hay cuatro con trastorno autista, una con trastorno del lenguaje y un niño con discapacidad física. “Este es un trabajo articulado con los padres, acorde a eso también se les respalda dándoles un plan en la casa”, explica la psicóloga.
Esto lo corrobora Camila Villadiego, cuyo hijo de cinco años fue diagnosticado con autismo. “Este es un proceso que a uno como mamá le afecta pero aquí nos brindan ayuda y cada uno tiene que poner de su parte”, comenta.
Es así que se busca acercar una educación integral y de calidad a la niñez del barrio Olaya Herrera, con el fin de que los menores puedan desarrollar sus capacidades y así contribuir en sus familias a la superación de la pobreza extrema.