Comenzó como una de esas oportunidades que se le presentan a los cartageneros en medio de la escasez, una propuesta de trabajo que no sabía cómo iba a terminar. Rodrigo Espinosa* sintió gran alivio luego de que su mejor amigo le dijera que en un club nocturno llamado Chica Linda estaban buscando un portero.
Meses atrás Espinosa no habría siquiera considerado la propuesta, pues era chef en un hotel cinco estrellas; no obstante, el desempleo lo había llevado a ver en aquel club nocturno una solución para llevar comida a su casa, tener una noticia positiva que darle a su mujer y decirle algo más que “no he conseguido nada”. Lea también: Cierre de Chica Linda revive debate sobre turismo sexual
Para él no fue una decisión fácil de tomar. Rodrigo tuvo que consultarlo con su esposa, quien al principio estaba recelosa por el lugar. “Abre el ojo, cuidado me llegan cuentos de que estás picándole el ojo a alguna muchacha de las que trabaja allí”, le dijo su mujer un día antes de que empezara el trabajo.
Semanas después, aquellas mujeres de la “vida alegre”, como les decía su esposa, pasaron a ser las compañeras de trabajo de aquel hombre que ya había superado la difícil situación por la falta de trabajo en ese septiembre de 2014.
Si algo lo motivaba a trabajar, era que Chica Linda “era un bar que muchos conocían en la ciudad, con muchos años funcionando”. Observó en este universo una ciudadanía diferente a la que se encontraba cuando trabajaba en el hotel, el protocolo era diferente.
Rodrigo sabía que no podía dejar entrar a mujeres que no trabajaran allí, pues muchas de las que lo intentaban iban furiosas en busca de sus maridos, armando alborotos. “Con el tiempo aprendes que una mujer furiosa es capaz de todo, había mujeres a las que les avisaban que sus maridos estaban en el bar. Estas sonreían en portería con amabilidad, hasta se hacían pasar por lesbianas. El problema era cuando entraban, eran capaces hasta de corretear a las trabajadoras sexuales para pegarles”.

De puertas para afuera el bar solo parecía un lugar de total diversión y sexo desenfrenado, pero adentro “era un refugio para aquellos hombres decepcionados y con el corazón roto”. Rodrigo tuvo que servirle de psicólogo a más de un borracho que lloraba al salir de allí. Y ni hablar de las trabajadoras sexuales, pues algunas, aunque lograban hacer mucho dinero, renegaban por la vida que les había tocado.
“Ellas ganaban bien, el club no se les quedaba con ningún porcentaje. Ellas solo pagaban el alquiler de la habitación donde tenían sexo con los clientes. Algunas cobraban $100.000, otras $150.000 y con todo lo que recogían pagaban su pieza. Unas vivían en otro lugares, mientras que otras si vivían allí mismo en el bar y podían salir a la hora que querían”.
Quizá lo más duro dentro de este lugar lleno de luces era que no todo el tiempo las cosas eran color de rosas. El portero tuvo que ser portador de vergonzosas noticias en más de una ocasión.
“Había hombres que querían a una de las trabajadoras sexuales, a ellas no se les obliga a estar con nadie. Decidían si aceptar la propuesta de los clientes o no. A veces ellas decían que no querían estar con algún hombre, y a mí me tocaba decirles a ellos que lo sentía, pero que la muchacha había dicho que no. Era vergonzoso, algunos salían decepcionados o molestos”.

Y si de dolor se trataba, eran las nuevas trabajadoras sexuales las que más lo sufrían, pues pronto se confrontaban con una de las realidades más duras en este oficio movido por el físico.
“A uno no le gustan todos los hombres y a algunos de ellos tampoco les gustan algunas chicas. A veces escogen a otra y uno tiene que prepararse todos los días mentalmente para eso. No es algo que pasaba solamente en Chica Linda, pasa en cualquiera burdel del mundo. Hay hombres tan exigentes, o clasistas, o racistas, que simplemente dicen que no, que les muestren a otra chica”, contó Rosmery Blanco* a El Universal.
Anécdotas
Trabajadores de Chicas Lindas también recuerdan que en el lugar ocurrieron historias como para arrastrarse de la risa. Una de las que más recuerda Rodrigo Espinosa es la vez que tuvieron que sacar a todos los clientes por un pequeño y mal oliente incidente.
“Un cliente entró en una de las habitaciones. Algunos dicen que se puso nervioso, otros que estaba mal del estómago y que por eso no aguantó y se cagó con todo y pantalón puesto. La trabajadora sexual nos llamó histérica y el señor se limpió con el jean que tenía. De la vergüenza, se fue corriendo en bóxer y dejó todo el primer piso mal oliente, había excremento hasta en las paredes. Como es un recinto cerrado y con aire acondicionado, el olor se esparció tanto que tuvimos que pedirle a los clientes que por favor se salieran para hacer el aseo”.
Hay que recordar que el pasado 16 de mayo la Alcaldía de Cartagena informó sobre el cierre definitivo de Chica Linda.
La secretaria del Interior, Ana María González-Forero, explicó que el cierre del establecimiento fue impuesto por la Inspección de Policía de la Localidad Histórica y del Caribe Norte tras la acumulación de cuatro comparendos y suspensiones temporales en el último año. Lea también: Cierran definitivamente club nocturno “Chica Linda”

Horas después del sellamiento de dicho establecimiento comercial, el administrador de Chica Linda dijo a medios de comunicación que debido al cierre del club nocturno, las mujeres que laboraban en ese sitio tendrían que emigrar al Centro Histórico.
*Los nombres del portero y de la trabajadora sexual que hablaron fueron cambiados por petición de ellos.