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Cartagena

Gregoria, la mujer que encontró en su patio una forma de combatir el hambre

Desde hace siete años Gregoria Cortés cultiva verduras en el patio de su casa, con las cuales no solo logra alimentar a su familia sino también obtener ingresos.

Gregoria, la mujer que encontró en su patio una forma de combatir el hambre

Gregoria vive en Olaya Herrera, sector 11 de Noviembre. // Zenia Valdelamar - El Universal

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En el patio de Gregoria Cortés hay brócoli, repollo, cilantro, rúgula y muchas otras verduras que hoy siguen alimentando a su familia, pero que en un tiempo atrás fueron fundamentales para poder solucionar la comida del día.

Gregoria vive en el sector 11 de Noviembre del barrio Olaya Herrera. Allí llegó hace 20 años tras haber sido desplazada por la violencia en San Onofre (Sucre), municipio donde nació. En ese entonces trabajó en diversas casas de familia y hasta montó una mesa de fritos para sostener su hogar, pero nada le fue tan rentable como comenzar a cultivar sus propios alimentos.

Su patio productivo comenzó hace siete años gracias al apoyo de la Fundación Granitos de Paz, la cual tiene este programa con el fin de garantizar la seguridad alimentaria de las familias. Del patio de Gregoria, por ejemplo, se benefician su esposo, su hijo y su nieto.

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“Esto ha aportado mucho a mi familia porque anteriormente estaba muy difícil la situación. Mi esposo es albañil y había épocas del año en las que no había trabajo y solo nos comíamos el arroz con estas verduras”, dice.

Su emprendimiento

Gracias a este patio, Gregoria también pudo reconciliarse con las habilidades campesinas que heredó de su padre, quien se dedicaba a los cultivos en San Onofre. Es por eso que se ha enamorado del oficio de la siembra e incluso ha podido sacarle beneficios económicos, pues las verduras que se cultivan en su patio hoy son consumidas en reconocidos restaurantes y hoteles de la ciudad, debido a alianzas que ha realizado la Fundación Granitos de Paz.

“Ahora esto es a lo que le dedico el tiempo, porque realmente se necesita tiempo para cultivar, cosechar y cuidar. Así que ya puedo trabajar desde mi casa”, comenta.

Con orgullo Gregoria dice que su primera venta fue de $10 mil, pero ha llegado al punto en el que se gana $1 millón mensual gracias al esfuerzo y el amor que tiene por sus plantas. Con estos recursos ha podido ampliar su patio para sembrar más, mejorar su vivienda y por supuesto, su calidad de vida.

De hecho, hace poco hizo un curso becada en la Pontificia Universidad Católica de Chile para capacitarse en “Innovación y creatividad del patrimonio alimentario local”, algo que nunca hubiese imaginado teniendo en cuenta que solo tuvo la oportunidad de llegar hasta quinto de primaria en el colegio.

“En el curso me animaron mucho a que siguiera adelante. Aprendí muchas cosas que antes no sabía y en un futuro me veo con más, yo veo esto lleno de verduras”, dice Gregoria con emoción.

Para ella, cultivar en casa ha sido una de las mejores decisiones que ha podido tomar. “Esto puede ayudar muchísimo. Si le ponen empeño y si piensan como yo que esto les puede ayudar a salir adelante, lo logran. Porque esto es el esfuerzo que uno le pone, es un trabajo de entrega, de paciencia y que te guste hacerlo. Uno cada día aprende un sabor nuevo, había muchas cosas de las verduras que no conocía”, afirma.

Es de esta manera que su patio, aquel que comenzó siendo un plan para tener qué comer, se terminó convirtiendo en su emprendimiento. “Me siento muy agradecida porque antes todos vivíamos amontonados en un solo cuarto. Vivíamos en un espacio muy reducido y a raíz de esto comenzamos a meterle a la casa. Si no, no sé que estuviéramos haciendo”, puntualiza Gregoria.

Hacia el desarrollo sostenible

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que planteó la Organización de las Naciones Unidas en su agenda para el año 2030 es el de “hambre cero”, teniendo en cuenta que alrededor del mundo millones de personas no con cuentan con seguridad alimentaria.

Es así que el programa de patios de productivos le apuesta a contribuir a este propósito. “Este programa se manejó inicialmente con el objetivo de garantizar comida para la gente y buscar la seguridad alimentaria de las personas. Eso todavía se mantiene porque el objetivo del programa es erradicar el hambre”, explicó Fernán Castaño Álvarez, coordinador de patios productivos de la Fundación Granitos de Paz.

De esta manera hoy son 160 familias del barrio Olaya Herrera las que se benefician de estos patios, ubicados en los sectores Rafael Núñez y 11 de Noviembre. El éxito del programa ha sido tanto que hoy ha evolucionado y ha permitido a los beneficiarios obtener ingresos.

“Organizamos unos planes de siembra y nos dedicamos a especializar a los agricultores en productos gourmet altamente nutritivos, que ellos pudieran consumir pero que también los pudieran vender a restaurantes, hoteles y personas naturales que hoy en día son clientes de la Fundación”, contó Castaño.

Es por esto que más allá de apuntarle al objetivo de “hambre cero”, los patios productivos también promueven otros ODS como el “fin de la pobreza”, al buscar crear capacidades en las familias para desarrollar su autonomía económica; al mismo tiempo, se apoya la “producción y el consumo responsable” al utilizar métodos de economía circular para los cultivos; y se fomenta la “igualdad de género” debido a que el 70% de los productores de los patios son mujeres.

Desde Granitos de Paz ven este programa en crecimiento y esperan que cada vez más personas, como Gregoria, se animen a apostarle a la agricultura, no solo para saciar el hambre sino también como un proyecto de vida.

El futuro

Desde la Fundación Granitos de Paz esperan que los patios productivos sigan creciendo y cambiando la vida de más familias. De hecho la iniciativa se ha replicado en otras zonas de la ciudad como Pasacaballos, Olaya sector Ricaurte, Santa Clara, Albornoz, Ceballos, San Isidro Bajo, entre otros. Esto, gracias al apoyo de aliados como Promigas, ISA Intercolombia y la Fundación Puerto de Cartagena.

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