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Cartagena

El patrimonio cultural escondido en la península de Barú

Más allá del Centro Histórico y las fortificaciones, en Barú también hay construcciones históricas dignas de ser valoradas. El reto es visibilizarlas y velar por su conservación.

El patrimonio cultural escondido en la península de Barú

En el corregimiento de Barú abundan las casas con arquitectura republicana. // Julie González - El Universal

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Al pensar en el patrimonio cultural de Cartagena muchos suelen remitirse al Centro Histórico y a las fortificaciones, pero lo cierto es que va mucho más allá. A 45 minutos de Cartagena, en la península de Barú se esconden una serie de estructuras que poco a poco han ido ganando visibilidad gracias al interés de académicos que han ratificado su valor patrimonial e importancia para la ciudad.

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Hornos, aljibes y casas patrimoniales hacen parte del conjunto de construcciones que aún siguen en pie a pesar de los años, pero que todavía están en riesgo de desaparecer por cuenta de factores como el cambio climático.

Es por este motivo que desde sectores institucionales y académicos se busca fomentar la apropiación por estos sitios olvidados, que no han contado con la misma fama que otras estructuras patrimoniales y que también les ha jugado en contra la lejanía y la dificultad histórica para acceder a ellas.

Los hornos donde nacieron las murallas

Uno de los pueblos que hace parte de la península de Barú es el corregimiento de Ararca. Allí se encuentran dos hornos de donde se sacaban los materiales para construir las murallas de la ciudad.

“Estos dos hornos hacen parte de un conjunto de infraestructura colonial conformado por aljibes, pozos y albercones”, explica José Gregorio Julio, quien hace parte de la Fundación Vigías de Carex, una organización que con la Escuela Taller Cartagena de Indias ayuda en el mantenimiento de estos sitios históricos.

Julio señala que en estos hornos se cocinaban la piedra caliza y los ladrillos para la creación de cal y también se fundían materiales como hierro, cobre y bronce que servían para reparar cañones o fabricar balas.

Los hornos, que llevan el nombre de “Cocón”, están ubicados en el sector Coquito de Ararca. A ellos se puede llegar por tierra (caminando o en moto) o por agua en alguna embarcación.

“El material se transportaba por vía marítima. La construcción fue hecha a la orilla del mar por la facilidad del transporte y por los insumos para enfriamiento como el agua”, explica Julio.

Pero estos hornos no han sido ajenos a los efectos del cambio climático y las afectaciones de las lluvias. De hecho, solo uno de los dos conserva sus características, el otro quedó prácticamente destruido.

“Acá vienen pocos turistas, las personas que llegan casi siempre vienen con un objetivo específico, como estudiantes de arqueología, historiadores y también las personas del mismo pueblo”, añade.

La ruta de las casas en Barú

A unos 30 minutos de Ararca está también el corregimiento de Barú, el cual tiene mucho que ofrecer en materia patrimonial. Allí todavía permanecen algunas casas de los años 20 y 30 que conservan su estructura republicana.

La gestora cultural María del Mar Porras señala que en el pasado, Barú fue un territorio muy rico, principalmente por las plantaciones de coco que se mandaban para otras ciudades.

“Este territorio hizo sus recursos a partir de la agricultura, toda la península de Barú eran grandes fincas y haciendas que fueron productivas y abastecieron a Cartagena de Indias”, afirma Porras.

Es así que en estas casas habitaban las familias más pudientes de la comunidad y hasta el día de hoy, son algunos de sus herederos los que habitan en esas viviendas.

“En las casas se puede apreciar el diseño clásico de lo que eran las casas tradicionales: tenían el piso alto para evitar inundaciones y darle una base firme a las casas, tenían su terraza que sigue siendo un espacio de encuentro y están compuestas por tres espacios: dos habitaciones a cada lado y un espacio principal donde está la sala y la cocina”, explica la gestora.

En la actualidad los elementos de algunas casas han sido reemplazados. Por ejemplo, los techos que originalmente eran de tejas se han cambiado por láminas de eternit y algunas casas tienen baldosas y han incorporado cemento, aunque en general conservan su estructura principal.

Estas casas son conocidas por el color del que están pintadas: Casa Azul, Casa Rosada, Casa Amarilla, etc. De hecho la Casa Amarilla funciona como un museo artesanal desde el 2008.

Ahora lo que se piensa para esta zona es la creación de una ruta turística a través de las casas tradicionales. Este proyecto es liderado por Porras y el Consejo Comunitario de Barú con el fin de promover estos sitios y a través de ellos dar a conocer la historia del pueblo.

Hacia la apropiación

Carlos Díaz Acevedo, docente de la Universidad de Cartagena y su Observatorio de Patrimonio Cultural asegura que hasta el día de hoy muchas personas solo asocian la península de Barú a la playa y a los corales, pero es importante reconocer que en esta zona también hay un valor histórico y cultural muy relevante.

Por este motivo, de la mano del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias se está realizando el proyecto “Patrimonio Es Cartagena”, que con recorridos y otras actividades busca fortalecer la gestión, comunicación y la apropiación social del patrimonio de toda la ciudad.

“La ciudad es de todos y todas, no solo de una élite que accede a toda esta dimensión patrimonial o de los turistas. La ciudad es también de los que vivimos en ella, de los que nacimos aquí, de los que trabajamos aquí y tenemos que apropiarnos de la ciudad en todas sus dimensiones, incluyendo al patrimonio”, manifiesta.

Es así que se busca fomentar el arraigo de los ciudadanos por Cartagena, que conozcan su historia y por supuesto los sitios que hoy prevalecen para contarla.

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