Franklin Jay, un hombre de 40 años que vivía en el barrio El Espinal y que pesaba más de 300 kilogramos, murió el pasado domingo 13 de diciembre en su cuarto, en su cama, triste y decepcionado porque el sistema de salud lo dejó a su suerte.
Durante años este hombre libró una batalla jurídica contra su EPS para que le consiguiera una camilla que soportara su peso y le autorizara una operación que podría ayudarlo, pero nunca fue intervenido quirúrgicamente y tampoco pudo subirse a una camilla adecuada.
Franklin padecía de obesidad mórbida pero esa enfermedad le causó otras afectaciones como diabetes, hipertensión arterial y una hernia que al parecer fue el detonante para su deceso. Días antes de su muerte, empezó a sentir un dolor en la columna debido al peso que debía soportar.
Jokohama Jay, prima de Franklin, dijo que si el hombre hubiese recibido la atención médica que requería, hoy estuviera vivo. “Teníamos ganado el proceso para que le hicieran la operación conocida como balón gástrico. Desafortunadamente su EPS siempre alegó que no contaba con una camilla que soportara su peso y no hizo la gestión para obtenerla. Su condición se fue agravando con los días, se puso más gordo, y la hernia le generaba mucha ansiedad. Hace seis días presentó obstrucción intestinal y tampoco lo atendieron como se debía. El tratamiento que le mandaron en casa fue fallido. Tampoco hubo nunca una ambulancia que lo trasladara, el transporte siempre fue gestionado por nosotros de forma particular. Lo llevamos a la Clínica del Mar y lo pusieron a esperar más de tres horas, no había silla especial para él y por eso decidió regresar a la casa. El domingo le dio peritonitis, murió en la noche solo y abandonado por la negligencia del sistema de salud”, afirmó su prima.
Franklin nació en San Andrés Islas pero se crió en Cartagena. La enfermedad la heredó de sus padres y la tuvo con él desde niño. En El Espinal vivía con una tía y un primo que lo ayudaban en sus quehaceres personales. Dormía en una cama de estibas sobre dos colchones.