“Amigos, ¿qué libros están buscando? Tengo de filosofía, matemática, literatura, jurídica”, es lo que dice Silfredo Ospino a través de la reja color verde del Parque Centenario, donde tiene su módulo junto a los de sus compañeros, eso sí, divididos por marcaciones que están en el piso para mantener el distanciamiento social obligatorio por el coronavirus.
“No venimos a comprar, solo queremos que nos cuente cómo les ha ido en las ventas”, le pregunto, y él con cara de preocupación dice “no nos ha ido muy bien, nos ha ido mal”.
Silfredo es uno de los 29 libreros que trabaja en este lugar desde hace muchos años y fue de los primeros vendedores del Centro Histórico en volver a su lugar de trabajo, después de obtener un permiso por parte de Espacio Público en agosto.
En esta misma situación, de bajas ventas, se encuentran las 27 matronas del Portal de los Dulces, quienes obtuvieron su permiso de reapertura el pasado 14 de septiembre, pero solo una semana después pudieron abrir todas, con ayudas de fundaciones y personas externas, sin embargo alegan que “hay días en que no vendemos nada y nos vamos con las manos y el estómago vacío, porque ni para el almuerzo”.
Por su parte, los 35 vendedores de flores, quienes tienen sus módulos en el parque que lleva el mismo nombre, se han arriesgado en más de una ocasión a vender sus arreglos florales sin aún tener el permiso, esto debido a que “tenemos familia que alimentar y servicios que pagar. Pero las pocas veces que hemos abierto, las ventas han sido bajas”.
Esa es la frase que todas estas personas quieren que se dé a conocer en la ciudad y si es el caso, en el país, pues “lo que necesitamos es que sepan que estamos trabajando, para poder aumentar nuestras ventas, pues irse a la casa sin vender nada es muy maluco”, dice Silfredo, mientras que Silvia Guardo del Portal de los Dulces añade que “hay días en que vendo 2 mil pesos y otros en que no vendo nada. Queremos que los turistas que vengan sepan que aquí estamos, y que los cartageneros vengan al Centro y pasen por aquí a comprar”.
Muchos de estos vendedores viven en barrios retirados del Centro de la ciudad, por lo que se gastan entre 5 mil y 7 mil pesos en transporte, sin embargo, aseguran que hacen el esfuerzo para ir todos los días, pues es el único medio que tienen para mantener a sus familias.
“Antes de la pandemia, diario vendía en promedio entre 60 y 70 mil pesos, pero ahora, desde que reabrimos, a veces llego a los 15 mil, otros días ni eso”, comenta Silfredo, mientras que Manuel Villeras agrega que “nosotros estamos agradecidos porque nos permitieron abrir, pero yo creo que la gente cree que por el hecho de que el parque está cerrado, nosotros no estamos aquí, por eso hay días en que vendemos uno o dos libros y otros días en que nos vamos con el sinsabor de no poder llevar algo de dinero a nuestras casas”.
Recordemos que desde que a los libreros les dieron la autorización para abrir, les indicaron que debían vender solo a través de la reja o a domicilio, pues a nivel nacional aún no se ha autorizado la reapertura de parques.
“Esta es una temporada bastante baja, por lo que vender a domicilio tampoco resulta mucho. Aquí estamos y seguiremos promocionando nuestros libros, vendiendo nuevos, cambiando y demás. Estamos de 9 de la mañana a 4 de la tarde”, finaliza Manuel.
De los 29 módulos, solo unos 10 han abierto, pues los demás “están quebrados, por eso no han venido. Porque saben que gastarán plata en comida, transportes y no venderán, pues es la situación en la que estamos”, dicen.
Al ver que las ventas no están en su mejor momento, las matronas del Portal de los Dulces, en cabeza de Evelia Alcalá, han estado buscando alternativas diferentes para no tener que seguir esperando por los clientes en sus mesas, sino ir hasta donde ellos a través de diferentes mecanismos, como lo sería la venta a domicilio no solo en la ciudad, sino también en todo el país.
“Estamos buscando alianzas con Fenalco y Corpoturismo para llevar los dulces a domicilio, pues la pandemia nos ha afectado. Antes la gente venía a comprar tranquilamente, pero ahora por temor no vienen”, dice Evelia.
Los 35 módulos ocupados por los vendedores del Parque de Las Flores siguen, en su mayoría, cerrados. Solo unos pocos se atreven a abrirlos para vender algo en el día y poder llevar el sustento a sus casas.
“No sabemos qué está pasando con nosotros, pues Espacio Público viene aquí y hace reuniones no formales. Nos dijeron que debemos esperar cambiar el cableado eléctrico, pero para eso debemos tener plata, pues la empresa de energía solo lo hará hasta una parte y nosotros dentro de los módulos, pero si no trabajamos, no tenemos plata para hacer eso”, dijo Alfonso Reyes.
Él asegura que todos los días viene a su negocio y aunque tiene la cortina de hierro abajo, está atento por si alguno de sus clientes llega a comprar algo.
“Ya tengo 4 comparendos, pero debo venir a trabajar, por eso ahora mantengo la puerta cerrada y solo la abro cuando viene el cliente, aunque hay algunos que sacan sus flores”, dijo.
