En una esquina cercana a la casa del ciudadano Carlos Manrique, debajo de un frondoso almendro, los vecinos han sacado sillas y una gran olla para un sancocho.
Es domingo y a pesar de que hay ley seca o toque de queda, la cerveza y una que otra botella de ron no faltan. En un kiosco cercano están vendiendo licor ‘camuflado’. Carlos le ha dicho a sus vecinos que vayan preparando el sancocho. Le extiende un billete de cincuenta mil pesos a la vecina más versada en preparación de alimentos y manda a un muchacho por una caja de cervezas. Sus vecinos están felices. Carlos es el hombre de la parranda hoy. Son las 9 de la mañana, y los compañeros de Manrique, el líder, se preparan para un domingo extenso de jolgorio y que tendrá un valor agregado: algunos pesos de más.
En un polvoriento campo contiguo, unos jóvenes patean un balón de microfútbol, como indiferentes a lo que pasa este domingo. El líder les ha enviado agua, gaseosas y un balón nuevo. También un papelito en el que se consigna un número y la palabra “Concejo”. Luego mientras avanza el día, dos carros que van y viene han llevado y traído personas al puesto de votación más cercano al sector de aquel líder político de la ciudad.
Aquella escena se registró en unas pasadas elecciones regionales de Cartagena. Hoy el líder ha decidido contar cómo manejaba en elecciones anteriores esa dinámica. Manrique cree que no hará lo mismo este domingo 27 de octubre en que los cartageneros elegirán concejales, diputados, ediles, alcalde o alcaldesa, y gobernador.
“Dicen que eso es corrupción pero no lo veo así. Antes hacíamos un trabajo logístico, movilizábamos gente; pero ya las cosas han cambiado. La cosa está mala, no hay plata, y los políticos de ahora no dan lo que corresponde; nos faltan el respeto a muchos de nosotros, líderes de verdad, llamándonos puya ojos; nada de eso, nos pedían que pusiéramos unos votos y que atendiéramos a los ciudadanos y eso hacíamos”, expresó el líder.
Cuenta que un domingo de elecciones a Alcaldía llegó a recibir hasta 50 millones de pesos, para mover a la gente, pero que en épocas recientes esa cifra fue bajando hasta llegar a dos millones de pesos. “¿Qué va a hacer uno con eso?, eso se va solo en el sancocho, ¿qué le da uno a la gente?”, expresa.
Los delitos electorales se pagan con cárcel. Quizá sin saberlo Manrique delinquía. Se dan de diferentes formas el mismo día de las elecciones. Las autoridades electorales detallan como delitos electorales aquellos como la perturbación del certamen democrático, el constreñimiento al votante, el fraude al sufragante, la corrupción al votante o compra de votos; el voto fraudulento, el favorecimiento al voto fraudulento, la mora en la entrega de documentos relacionados con una elección, y la alteración de resultados electorales.
La corrupción al votante o compra de votos, que recientemente el procurador general Fernando Carrillo describió como un delito que se paga con cárcel, es una de las formas que más se registra en La Heroica.
“Cartagena no es la ciudad más corrupta en compra de votos; eso sucede en todo el país; vea el caso de Barranquilla y de la excongresista Aída Merlano, pero en Cartagena los tentáculos de la corrupción permiten que este delito se dé”, dijo a este medio un aspirante a edil de la Localidad 3 que pidió reserva de su nombre.
El aspirante describió apartes de cómo se da el negocio en la ciudad. “Actualmente están vendiendo el kit por 120 mil pesos; este paquete incluye Concejo, Asamblea, Alcaldía, Gobernación y JAL”, dijo la fuente.
“Hay una aspirante a edil de mi localidad que ofrece 20 mil pesos por el voto; mientras que para el Concejo están dando 50 mil pesos; ¿cómo voy a competir contra eso? si yo no me he gastado ni dos millones de pesos”, dice. Una campaña a edil tiene un tope en unos 100 millones de pesos, pero para este aspirante algunos sobrepasan ese tope porque están financiados por casas políticas fuertes.
“Ahora las JAL o el cargo de edil se ha vuelto apetecible para los financistas, porque hay más recursos en las alcaldías locales, y porque quieren tener no solo concejales sino ediles, y por eso les meten plata a montones; ellos juegan con la pobreza de la ciudad”, cuenta.
“La compra de votos no se da solo con el pago del voto el día de las elecciones, se da con el pago del gas, de los servicios, el pin para la universidad de los hijos que vale 115 mil pesos; el arreglo del techo, la búsqueda de un trabajo, todas esas son formas de amarrar un voto, y los políticos saben cómo hacerlo en una ciudad tan pobre”, cuenta este aspirante.
Paralelo a ese panorama poco alentador, en los últimos años, quizá gracias al aumento de las redes sociales y de mecanismos de información, el voto libre y de opinión ha tenido un repunte y compite contra la pobreza y el constreñimiento. Hay gente que simplemente sale a votar por convicción o por lo que cree que es lo mejor.
El experto en liderazgo comunal, Bernardo Romero, expresó que: “En Cartagena sí existe el voto de opinión, y se ha expresado en casi todas las elecciones para alcalde, inclusive en las elecciones atípicas hay una gran franja de voto de opinión, el problema en nuestra ciudad es el abstencionismo, que ha superado enormemente las cifras de quienes sí ejercen el deber de votar”, dijo Romero.
“Los triunfos de cada uno de los alcaldes elegidos tiene esa cuota de votantes que deciden por criterio propio, ya que a diferencia de las elecciones a corporaciones públicas aquí la ciudadanía vota por quien le parezca mejor, sea por simpatía o por alguna propuesta que le interese, por ejemplo los triunfos de Guillermo Paniza y Judith Pinedo, y por el fallecido Campo Elías Terán quien obtuvo el mayor número de votos de la historia de Cartagena”, agregó Romero.
Para el abogado Alcidez Arrieta, “sí ha existo voto de opinión, pero lastimosamente en nuestra ciudad es frágil y aún falta mayor pedagogía política en tal sentido, además se debe crear mayor estímulo para el ejercicio del voto”.
“El ciudadano de a pie, tiene que sentir más su ciudad, debe tener mayor sentido de pertenencia por ella y debe quererla y no estar de espaldas a sus realidades políticas, esperemos que este 27 octubre los 800 mil ciudadanos cartageneros voten libre y masivamente”, dijo Arrieta.
Así las cosas todo está servido para que este domingo los ciudadanos acudan a las urnas, y que ojalá gane el pulso el voto de opinión.
El tráfico de votos se da cuando se ofrecen votos “a un grupo de ciudadanos a cambio de dinero o dádiva con la finalidad de que dichos ciudadanos consignen su voto a favor de determinado candidato, partido o corriente política”. Habrá en este caso prisión de 4 a 9 años y multas hasta 1.200 salarios mínimos.
El voto fraudulento se da cuando un ciudadano suplanta a otro o a un extranjero habilitado por la ley para votar; o vote más de una vez; o sin derecho consigne voto en una elección, un plebiscito, referendo o consulta popular, u otro certamen electoral. La prisión será de 4 a 8 años
