Muy poca gente en Cartagena sabe que las casas que están frente a la entrada principal del Castillo San Felipe de Barajas, pertenecen al sector El Retiro, del barrio El Espinal.
Este sector es uno de los más amenazados por la gentrificación. Y no solo lo dicen sus habitantes raizales. También lo gritan a boca llena las nuevas edificaciones que, poco a poco, han ido desplazando las casas familiares y las pequeñas tiendas que matizaban la cotidianidad.
Su ubicación exacta sería entre el Castillo San Felipe y la laguna de San Lázaro. Sus vías están compuestas por las carreras 17, 15, 14 y 13. A esta última se le conoce como “callejón El Retiro”, pero otros prefieren decir que todo el sector está cobijado por ese nombre.
En todo caso, podría decirse que la carrera 13 es la zona más vulnerable que podría encontrársele al sector El Retiro. Allí todavía persisten algunas casas de madera, cuyos patios son al mismo tiempo las orillas de la laguna San Lázaro.
Desde ahí pueden verse los manglares, las espaldas del gran centro comercial incrustado en el sector Chambacú y el cordón de murallas de la avenida Luis Carlos López, barrio Getsemaní.
Allí también duermen uno botes de fibra de vidrio, que no se sabe si ya se cansaron de deslizarse hacia la laguna en busca de la pesca. Lo que está claro es que su larga siesta está rodeada de un barro negruzco y cualquier cantidad de desechos sólidos que aumentan la contaminación de la zona.
Dice Aníbal González, el propietario de un gimnasio de boxeo que funciona en la carrera 13, que mucha de esa contaminación es arrastrada por la brisa y por las corrientes, desde los barrios de la zona industrial de Mamonal; y a veces son tantos los desechos que los mismos habitantes se organizan para recogerlos y dejarlos en sitios estratégicos, para que se los lleve el camión del aseo.
“Cierta vez vino un personal del centro comercial recogiendo firmas entre nosotros, dizque porque iban a emprender una limpieza, pero medio recogieron unas cuantas cosas y las empacaron en unos sacos que ocultaron en el mangle. Nunca más vinieron”, recuerdan los residentes de la laguna.
Aníbal Gutiérrez explica que muchos de esos residentes son personas oriundas de otras partes del país, de donde vinieron desplazadas por la violencia, sin conocer a nadie en Cartagena; y la única oportunidad que se les presentó fue refugiarse en alguna accesoria, cuyo alquiler logran pagar trabajando en la economía informal.
“A algunos de esos muchachos –continúa-- los tengo en mi gimnasio, para que aprovechen el tiempo libre haciendo deporte; y puede que hasta les sirva para ganarse la vida en el futuro”.
Los residentes de las casas de madera relatan que de vez en cuando se presentan los inversionistas ofreciendo dinero por esos aposentos, pero ninguna cifra es satisfactoria, empezando porque en el fondo no quieren irse y porque saben muy bien que esos terrenos ya se valorizaron de manera astronómica.
“Supongo que como nadie ha querido vender –comentan--, ahora nos están castigando con el alza de las tarifas en los servicios públicos y el Impuesto Predial. Lo otro es que no han querido construirnos un nuevo alcantarillado, porque el que tenemos es artesanal. Por eso la carrera 14 siempre está llena de aguas residuales y de verdín”.
A esa calle los viejos habitantes la apodaron “La esquina del laguito”.


Podría tener más de cien años.
Los camiones que constantemente están descargando en el centro comercial son una molestia para los residentes de la carrera 13.
Dicen que ya son varios los enfermos que se han visto en calzas prietas, porque ningún taxi puede entrar hasta allá para recogerlos.
En la madrugada, el cargue y descargue de esos camiones perturba el sueño de la comunidad.
No hay espacios recreativos. Según los residentes, tenían uno visualizado para hacer un parque, pero quedó entre los terrenos que han comprado los inversionistas.
Al respecto, los nuevos propietarios dicen que la comunidad nunca ha mostrado documentos que la acrediten como dueña de esos espacios.
No hay puesto de salud.
El transporte público es abundante.
Las calles se inundan de aguas servidas, cuando las lluvias desbordan un canal que viene del Castillo San Felipe y desemboca en la laguna San Lázaro.
Los habitantes de calle, atraídos por un depósito de materiales reciclables, pululan por el sector.
Dicen los residentes que algunos son amigos de lo ajeno.
La población de adultos mayores es alta.



