El trazado de la malla vial de Cartagena carece de lo que los ingenieros civiles denominan “continuidad”: no tiene un juego de caminos que recorran toda la ciudad desde arriba hacia abajo y desde oriente a occidente. La única calle que cumple con esta condición es la avenida Pedro de Heredia, que es insuficiente para dar abasto a un parque automotor de más de 115.000 vehículos, y tiende a congestionarse con facilidad en las intersecciones, como ocurre en La Plazuela o los Cuatro Vientos.
Es común pensar que la solución para este problema consiste solo en crear más vías, especialmente vías continuas como la Pedro de Heredia. Esa idea tiene algo de razón, puesto que “lo que siempre se busca es crear una cuadrícula, para tener multiplicidad de opciones entre un origen y un destino”, explica Ramón Torres Ortega, ingeniero civil e investigador de la movilidad vehicular en la región Caribe, adscrito a la Universidad de Cartagena.
Igual de importante sería construir “opciones viales a diferentes niveles, como puentes elevados o pasos bajos en los puntos de conflicto para poder garantizar la continuidad del tráfico”, dice Torres.
“Cada intersección es un sitio donde hay convergencia de flujo y múltiples movimientos, desde arriba, abajo, izquierda y derecha. Si no hay múltiples niveles que garanticen que ese flujo sea continuo, se van a formar embotellamientos con mucha facilidad”.
No. Como lo señalan Torres y Daniel Toro González, economista e investigador en temas de transporte de la Universidad Tecnológica de Bolívar, ninguna cantidad de calles, por numerosas y amplias que sean, va a solucionar por sí sola los problemas de congestión vehicular de una ciudad.
“Está demostrado que cada vez que se construye más infraestructura para facilitar el tráfico de particulares, las calles vuelven a colapsar al poco tiempo, como ocurre en Los Ángeles, Estados Unidos; o en Beijing, China”, explica Toro.
Hacer vías provoca una “demanda inducida”: entre más y mejores carreteras haya, más estímulos hay para que la gente compre y use automóviles. El tráfico aumenta en proporcionalidad a las calles y el problema subsiste. Ahora bien, eso no significa que no se necesiten más vías en Cartagena, porque sí se necesitan, sino que, como lo afirma el investigador Toro, esas nuevas vías deben estar acompañadas de “fomentos a la movilidad activa y al transporte público masivo”.
La principal medida es desestimular el uso del carro, no a través de prohibiciones, sino creando la infraestructura urbana y pública necesaria para que valerse de formas de transporte alternativas sea agradable y sostenible: caminar, usar la bicicleta, montar en buses articulados o, para las ciudades que los tienen, en el metro.
“Cuando se habla de un sistema de movilidad urbano sostenible, hay que pensar en todos los sistemas de transporte”, afirma el investigador Torres. Eso significa que debe haber un Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que articule una malla vial continua, senderos peatonales largos, ciclorrutas que recorran la mayor distancia posible y un sistema de transporte masivo de amplia cobertura.
El alcalde Pedrito Pereira afirmó que es imposible que el Distrito se comprometa a hacer cambios grandes en la malla vial durante el resto del año, puesto que a su administración solo le quedan unos pocos meses. También señaló que el Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT) tiene problemas para hacer control efectivo del tráfico en estos momentos, debido al vencimiento de la concesión de su servicio de grúas y de parqueaderos.
Por ahora, afirma, los esfuerzos de la alcaldía están en “mejorar el servicio de transporte masivo, avanzar en la chatarrización del transporte colectivo, adelantar un convenio con Transcaribe para conseguir un servicio de grúas y parqueaderos, e investigar la posibilidad de entablar algunas asociaciones público-privadas para mejorar la movilidad en la ciudad”.
A la hora de elegir el medio para movilizarse, el clima y la cobertura son las principales preocupaciones de los cartageneros. El sol intenso y la humedad sofocante hacen que muchos ciudadanos elijan salir en carro o tomar un taxi antes que irse caminando, incluso en aquellos casos donde caminar sería la forma más rápida de llegar a su destino.
El problema no solo recae en las condiciones atmosféricas hostigantes, sino también en la falta de medios para aminorarlas. Cartagena es una de las ciudades de la costa Caribe con menor proporción de árboles por habitante: 0,06 según el Establecimiento Público Ambiental (EPA).
Además de eso, no hay pasos peatonales amplios ni senderos arborizados que inviten a los ciudadanos a salir a caminar sin preocuparse por el sol y el calor. Esto va acompañado de una ausencia casi total de ciclorrutas y, consecuentemente, de cultura ciudadana en lo que respecta al uso adecuado de la bicicleta. En cuanto al transporte público masivo, la última encuesta de percepción ciudadana de Cartagena Cómo Vamos, datos para el año 2017, mostró que el 20% de los ciudadanos usan Transcaribe, pero la satisfacción con el servicio es del 53% (los datos del 2016 mostraban una satisfacción del 72%) y menos de la mitad de los encuestados (44%) piensa que el servicio haya mejorado la movilidad en la ciudad. Además, todavía no hay una estación del masivo cercana en todas las zonas de las ciudad y la cobertura del sistema no está completada.
En un futuro, Cartagena también podría tener la opción del transporte acuático, pero esta se encuentra todavía en una etapa bastante rudimentaria, ya que ni los cuerpos de agua de la ciudad han sido habilitados y descontaminados, ni existe claridad sobre cuándo podría empezar a materializarse.
Según Humberto Ripoll Durango, gerente de Transcaribe, entidad que contemplaría dicha modalidad dentro de sus proyectos, “hay voluntad, pero todavía no hay recursos, ni concesión, ni reglamentación, ni legislación”.
