Temeroso, así vive Juan Carlos Suasa Zapata desde hace varios años por el mal estado en el que se encuentra su vivienda.
Reside en el sector San Antonio, de Olaya Herrera, junto a su esposa y sus tres hijos.
Las paredes todas rajadas y amenazando con caerse, así está la vivienda de Suasa, debido a que justo en la parte de atrás de su vivienda está el caño Ricaurte.
“Se ha ido comiendo todo esto hasta el punto de tener casi en el suelo nuestras viviendas”, afirmó Juan Carlos.
Aunque constantemente realizan una inversión para evitar que esto se siga presentando en su vivienda, no ha servido de nada, porque el caño sigue llevándose la tierra y la casa agrietándose.
“Tenemos un muro de contención que costó dos millones y medio, pero no ha servido porque se sigue presentando esta situación. Parece que la casa estuviese en el aire”, expresó Suasa.
Esta misma situación se está viviendo en varias viviendas del sector, que debido al caño se encuentran demasiado agrietadas, poniendo en riesgo la vida de quienes residen en ellas.
Por este problema, los residentes solicitaron la intervención de la Oficina de Gestión del Riesgo, que, según los habitantes, prometió una inspección y aún no la ha realizado.
Al igual que la parte de atrás de la casa de Juan Carlos, las calles de este sector, especialmente la calle San Antonio, se ha reducido considerablemente, debido a que el caño se las está comiendo.
“Tenemos miedo de que cuando llueva vamos a quedar sin calles, no vamos a tener por dónde movilizarnos”, expresó Orfelina Mercado, residente.
Los vecinos le piden a la Secretaría de Infraestructura que canalice este caño, ya que creen que esa es la única solución.
El Universal intentó comunicarse con la Secretaría de Infraestructura para obtener información a cerca de esta situación pero no fue posible.
Por su parte, Laura Mendoza, directora de la Oficina de Gestión del Riesgo, enviará un equipo mañana para que evalúe la situación.
Otras de las problemáticas que se viven en este sector es a la cantidad de basura y aguas sucias que se acumulan en el caño, generando proliferación de mosquitos y malos olores.
“Nos da miedo porque hay mucho mosquito y nuestros niños se pueden enfermar”, aseguró Juan Carlos Suasa, presidente de la JAC.