(Vea aquí nuestro especial completo sobre el Centro Histórico)
Quizás es tarde para salvar los oídos de la tiranía del ruido. Tal vez la anacronía de aquellos buenos tiempos se llevó la tranquilidad de la que hablan los abuelos. O, tal vez, esos tiempos nunca existieron.
Nunca existieron y nuestros abuelos no lo supieron porque el ruido es un enemigo que, frente al hábito, se disfraza de silencio. De un silencio ensordecedor que socava el inconsciente y se hace invisible ante las sociedades que lo padecen.
Quizás ya estamos enfermos con las enfermedades que nos advierten la Organización Mundial de la Salud y otros expertos de la contaminación auditiva. Por eso las conversaciones se sostienen ahora reforzadas con gritos y los bajos volúmenes del hablar se reservan a las bibliotecas e iglesias.
Puede ser también que ignorar el ruido sea la condición humana que le permite a las personas escapar de las garras desesperantes del caos. Y aquellos que despiertan su consciencia ante el ruido están condenados a un sufrimiento crónico, que puede ser calmado al acudir a las autoridades que velan por hacer cumplir las normas, pero no curado. Porque el ruido siempre vuelve, sobre todo en lugares como el Caribe.
En las noches de Cartagena, en el Centro Histórico, hasta el viento parece gritar. No se es consciente del sonido ambiente de la ciudad amurallada hasta que se recorren sus calles con el único propósito de escucharlo.
El Centro es un lugar en el que confluyen las fuentes de todo tipo de ruidos. Y en sus noches solo se ausentan los sonidos que emergen de los martillos y otras herramientas que se usan en las obras de construcción o reconstrucción. Pero aparecen otros, como los de la música.
La calle de la Media Luna ofrece un aperitivo de lo que aguarda la Plaza de la Trinidad, el espacio en el que cartageneros y turistas se citan para un intercambio de culturas al lado de casas centenarias y coloridas que todavía conservan un aire barrial.
Allí se entremezclan las voces de conversaciones con los pitos de los carros, los cantos de artistas acompañados por guitarras, de niños que corren por el frente de la iglesia mientras sus padres atienden los negocios de comidas rápidas, con la música que llega de cualquier lugar.
El silencio reaparece en las callejuelas que conectan de nuevo con la Media Luna. Pero al llegar al Camellón de los Mártires el sonido se incrementa progresivamente en torno a la Torre del Reloj. La Plaza de la Paz recoge los sonidos que dejan los carros, los pitos de un Transcaribe que se abre camino ante peatones que se cruzan la calle en rojo y la música que llega de cualquier parte.
El origen de algunas de las músicas que a veces llegan a la Plaza de la Paz se identifica en la Plaza de los Coches. Allí, el traquetear de los pasos de caballos justifican el nombre de la plaza y algunas de las voces de los caminantes toman aires de gritos. Las canciones se escuchan de acuerdo al punto cardinal de la plaza o al grupo folclórico o urbano que exhiba su talento ante el paso incesante de los turistas.
El sonido es similar en casi todos los lugares del centro. En la Plaza de la Aduana, en la Plaza San Pedro Claver, en la Plaza Santa Teresa, en la Plaza Santo Domingo, en el Parque Bolívar, en la Plaza Fernández Madrid o en la de San Diego.
Por todas circulan artistas con algún instrumento o artefacto sonoro, en casi todas algún local comercial deja escapar un sonido que se pasea por el ambiente festivo que inspiran los turistas. Son múltiples los yacimientos de sonidos de las plazas, que configuran tres tipos de ruidos que son atendidos, cada uno, por un organismo distinto.
El ruido ambiental, aquel que emiten los establecimientos comerciales y que en ocasiones superan los límites permitidos por la norma, es atendido por el EPA. El ruido por inmisión, ese que traspasa paredes y perturba a las personas en sus casas u hoteles, compete al Dadis, y los que se originan por convivencia ciudadana, es decir por la interacción de las personas con otras o con el espacio público, corresponden a la Policía (Código de Policía).
Cada semana estos tres entes aseguran hacer monitoreos que en ocasiones acaban con la suspensión de eventos que superan los límites permitidos por la norma (No mayor a 65 decibeles). Pero el Centro Histórico se mantiene como uno de los lugares de la ciudad con mayores quejas por ruido. (Lea sobre esto aquí)
Según Leonel Guardo, subdirector técnico de desarrollo sostenible del EPA, en ese establecimiento se gestiona un proyecto para realizar un mapa del ruido en las tres localidades de la ciudad.
Sin embargo, ese proyecto apenas avanza en la planeación del presupuesto, según Guardo. Por lo tanto, El Universal realizó un recorrido por las diferentes plazas del Centro Histórico con el fin de ofrecer un retrato del ruido que se percibe en algunas noches.
Aunque el EPA advirtió que las mediciones del ruido deben hacerse con un sonómetro calibrado por un ente y laboratorio acreditado, para este ensayo se usó una aplicación de celular.
Dicho mapeo no pretende reemplazar o adelantarse a los estudios que realizan las entidades pertinentes, y se realizó para ofrecerles a los lectores una idea del ruido que se percibe en los diferentes lugares y las variables que una app puede detectar entre las diferentes plazas.
Las mediciones se hicieron el 12 y el 19 de marzo, entre 8 y 9:30 de la noche.
Para ver los resultados, haga clic en los puntos señalados en el mapa.
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