Roberto José Paternina Rangel no tuvo la suerte de muchos de crecer con sus padres al lado. Su familia lo abandonó en la casa de su abuela paterna cuando tenía tan sólo un mes de nacido, partiendo a otras tierras con rumbo desconocido.
A sus 30 años busca a sus padres para recuperar el tiempo perdido y para que sus hijos, Sebastián David y José Manuel, de 8 y 6 años, respectivamente, crezcan con el amor de abuelos.
"Ellos me dejaron en una casa en el barrio Santa Fe, en Montería. Mi abuelo y mi abuela, Gladys Pastrana Paternina, me criaron. Mi mamá se fue con mis hermanas, Carolina y Carmenza, no sé dónde están, y mi papá se fue porque decía que yo no era su hijo. Nunca he sabido nada de ellos", relata con voz entrecortada.
"Mi abuelo cuando estaba vivo me decía: 'Mono busque a su familia, nosotros no somos su familia, te ayudamos a levantar y criar porque estabas bien mal, te estabas muriendo, te salvamos la vida, pero usted ya está grande, busque a su familia'. Mi abuela me dice que mi mamá Asencia del Carmen, está en La Guajira, en Maicao", señala.
"Quiero encontrar a mi familia"A pesar de haber crecido sin un padre y una madre que le corrigieran los errores y lo apoyaran en sus momentos más duros, Roberto decidió a los 12 años buscar a sus padres por cielo y tierra, iniciando una travesía por varias ciudades de Colombia, con la esperanza de encontrarlos, impulsado también por el maltrato físico y verbal que recibía de sus tíos.
"Me maltrataban mucho, me daban patadas y me echaban de la casa. Me fui para la calle, sobreviví cuidando carros, pidiendo plata, vendía plátano, queso, leche, dormía en las calles y pedía comida y ropa en las casas (...) Como pude terminé mi bachillerato de noche, y en el 2001 me presenté a la policía y como auxiliar regular pedí traslado para Aguachica (Cesar). Pensaba que trabajando en la institución los podía encontrar. Nunca tuve el amor de papá ni de mamá", agrega con lágrimas.
Recorrió ciudades como Medellín, Valledupar, Barranquilla, y hasta estuvo en la calle del Bronx, en Bogotá, y en Maracaibo (Venezuela), pero no daba con su mamá ni con sus hermanas, mucho menos con su papá. No había rastro de ellos.
Pero la vida un día le sonrió. En ese largo viaje para hallar a sus seres queridos, conoció a la que hoy es su esposa, Lorena Quintero, de 25 años, con quien emprendió un nuevo rumbo, salió de la Policía Nacional y empezó a hacer cursos de vigilancia.
Hoy trabaja como vigilante en la EPS Salud Total del Pie del Cerro y tiene una hoja de vida impecable, varias experiencias laborales y sin cuentas pendientes con la justicia. Vive en Arroz Barato y espera su tercer hijo.
Asegura que si encuentra a su madre, la perdona porque tiene a Dios en su corazón, y todos los seres humanos cometen errores.
"Mi mamá debe tener remordimiento de haberme dejado. Yo quiero que me diga qué pasó, por qué me dejó. Yo la perdono porque Dios me enseñó a perdonar, lo tengo en mi corazón. Quiero reunirme con mi familia y que mis hijos tengan a sus abuelos. Por ellos, es que nunca hice cosas malas, porque quería que se sintieran orgullosos de mí. Y a mi papá Roberto, le digo que también lo perdono", finalizó.
