Tras años de debates y negociaciones, los países de la ONU adoptaron el primer tratado para la protección de la altamar, un acuerdo que permitirá establecer zonas marinas protegidas en aguas internacionales y que los ecologistas consideran fundamentales para salvar los océanos.
El texto, que se cerró tras un largo proceso negociador el pasado marzo, fue aprobado formalmente ayer tras haber sido revisado y traducido a los seis idiomas de Naciones Unidas. Lea: 8 de junio: Día Mundial de los Océanos, estos son los objetivos en Colombia
La adopción tuvo lugar por consenso, sin necesidad de una votación, y fue recibida con una gran ovación por los representantes gubernamentales, que festejaron puestos de pie la conclusión de este largo proceso.
“Han cumplido y lo han hecho en un momento crítico”, dijo el secretario general de la ONU, António Guterres, a los delegados.
Guterres destacó que este “acuerdo histórico” demuestra que la comunidad internacional es capaz de unirse para responder de forma común a los grandes problemas globales y que el “espíritu de la cooperación internacional sigue vivo”.
Pendiente de las ratificaciones
El nuevo tratado no entrará en vigor hasta que al menos 60 países lo hayan firmado y ratificado, por lo que el texto se abrirá a la firma en la sede de Naciones Unidas a partir del próximo 20 de septiembre y Guterres ya pidió ayer a los Gobiernos que no se retrasen lo más mínimo.
“Esto es fundamental para responder a las amenazas a las que se enfrenta el océano y para el éxito de los objetivos vinculados al océano de la Agenda 2030 y del Marco Kuming-Montreal de la Diversidad Ecológica”, apuntó.
El nuevo tratado, según ecologistas, es vital para salvar los océanos, amenazados por la contaminación, la crisis climática y las nuevas tecnologías que abren la puerta a la minería y a una pesca más intensiva. Entre otras cosas, el texto sienta las bases para el establecimiento de zonas marinas protegidas, lo que debe facilitar que se cumpla la promesa internacional de salvaguardar al menos el 30 % de los océanos para el año 2030.
Además, garantiza que se tenga en cuenta el impacto ambiental de las actividades en aguas internacionales y crea un marco para compartir los beneficios del mar, especialmente todo lo relativo a los recursos genéticos marinos –especies que pueden proporcionar genes patentables, por ejemplo para su uso en medicina–.