Hace poco vi un comercial sobre el aceite de palma y un pequeño orangután, contado desde la voz de una pequeña.
“Hay un orangután en mi cuarto, y no sé que hacer, ha cogido mis juguetes y mis zapatos también.
“¿Por qué te has ido tan lejos, si este no es tu lugar?
“Hay humanos en mi bosque y no sé que puedo hacer, destruyen nuestras casas, para hacer shampoo y gel”.
Los bosques deforestados para sembrar las palmas y producir el líquido desde hace años han supuesto una amenaza para la supervivencia de animales y humanos. Para hacernos una idea, entre 2000 y 2012 en Indonesia se deforestaron más de seis millones de hectáreas para este fin, equivalentes a la extensión de Croacia. Pero empiezo a notar que la solución no es satanizar esta práctica, al menos no desde los medios de comunicación: la única opción es incentivar a volver sostenible la producción, hacer notar que el cambio es imperante. En muchas investigaciones, queda claro, que otros sustitutos, como el aceite de coco, serían incluso más dañinos para el planeta.
En un artículo, el holandés Nico Roozen se expande:
“Durante mi reciente visita a India para unirme a la conferencia anual de Globoil (Globoil India es la Conferencia Internacional y Exposición de Vegetales Ingredientes - petróleo, alimentos, semillas oleaginosas y productos químicos oleosos- ), me reuní con delegaciones de alto nivel de Indonesia, Malasia e India dirigidas por sus respectivos ministros. Además, visitamos a agricultores y a organizaciones de base profundamente arraigadas con el sector del aceite de palma. Estas visitas me llevaron a revisar mi comprensión de las realidades, siendo un buen oyente para las partes locales interesadas, solidaridad.
“Imagine un mundo en el que la necesidad de aceite vegetal asequible se cubriera con aceite de colza, soya o girasol de las zonas de clima moderado; o por otra variedad de aceite vegetal menos productiva de los trópicos, como la palmera. Estos cultivos de baja productividad habrían creado un desastre ecológico de un tamaño inimaginable (...) Los datos de productividad revelan que la palma de aceite es el cultivo más eficiente para convertir la energía solar en aceite vegetal. De hecho, es 8-10 veces más productivo por hectárea de tierra que otros aceites vegetales. Con menos tierra, los productores de palma de aceite pueden producir significativamente más que sus competidores”, dice Roozen.
Plantar y extraer aceite de palma es mucho más barato para el productor que extraer otro tipo de aceites, pero ‘se saca’ más por hectáreas. Así, las toneladas de materia seca producidas en una hectárea de tierra en un año, según análisis de la Oil World son: Aceite de palma: 4,27; Colza: 0,69; Girasol: 0,52 y Soya: 0,45.
Un artículo de la National Geographic aborda el tema, hablando de la RSPO (Mesa Redonda para el aceite de palma Sostenible), formada por cultivadores, comerciantes, productores, bancos y organizaciones no gubernamentales, quienes otorgan un sello (certificado Book&Claim) a los productores de aceite de palma que no deforesten selvas y tengan prácticas sostenibles. Lo triste es que solo un 20% de la producción mundial tiene este sello y aún muchos empresarios no piensan tenerlos en cuenta.
¿Qué recomiendan muchos? Dejar de consumir aceite de palma, y ¿qué es lo que pasa? Que hay empresarios, pero también millones de personas y pequeños productores que dependen de este trabajo para garantizar su subsistencia.
La Organización de Consumidores y Usuarios, OCU, tiene sus ‘pero’ contra la RSPO, aduciendo que tampoco es seguro que garanticen que la producción de muchos sea realmente sostenible.
La OCU afirma que el sello tiene un truco, “radica en que se paga a un productor de aceite sostenible por las certificaciones, aunque el aceite que realmente se utilice pueda provenir de cualquier fuente. Con el dinero recaudado se apoya la sostenibilidad de la producción, pero se sigue adquiriendo aceite de palma no certificado como sostenible con el consiguiente engaño al consumidor”.
¿A quién creerle?, diríamos. Lo único claro es que de la unión y el compromiso real depende el éxito de cultivos amigables con el planeta.
